domingo, 9 de noviembre de 2008
Los gatos en el Antiguo Egipto.
En un posteo anterior hemos hablado de Bastet, la diosa gata del Antiguo Egipto. Ahora corresponde hablar de los gatos egipcios en sí mismos. Hay evidencia que parece apuntar a que fue en el Antiguo Egipto, en donde surgió el gato doméstico por primera vez, y éste es descendiente del Felis Lybica, una especie de gato salvaje africano. La razón es casi obvia, bien mirada. Cuando Egipto empezó a crecer, y por lo tanto se dedicó a construir graneros (algo necesario entre tanta pirámide y templo), las ratas se transformaron en un problema. De ahí que los gatos, como cazadores naturales de roedores, se transformaron en aliados útiles, y de ahí, en verdaderos animales semidivinos. Los egipcios creían muy en serio de que en cada gato estaba una parte de Bastet, la diosa gata, y de ahí el extraordinario cuidado que depositaban en éstos.
En el Antiguo Egipto, era peor matar a un gato que a un hombre. Ante lo último, siempre cabía la posibilidad de un indulto, pero si el muerto era un gato, ni el propio faraón tenía poder para ello; y la condena era a muerte. Es más: si un egipcio descubría un gato fuera de las fronteras egipcias, era su deber y obligación llevarlo a tierra egipcia, sano y salvo. En caso de incendio, el primero en ser puesto a salvo era, adivinaron, el gato. Y si moría, las familias adineradas transportaban el cuerpo a Bubastis, la ciudad sede del culto a la diosa gata Bastet, para ser enterrado allá; para estos efectos, en la época tardía egipcia, llegaron a fabricarse ataúdes con forma de gato, en los cuales podía introducirse el cuerpo del felino, convenientemente momificado. Los arqueólogos modernos han rescatado cientos de estos gatos momificados, y varios de estos ataúdes.
Existen dos anécdotas relacionadas con gatos en el antiguo Egipto. Una de ellas se remonta a la época en que Cambises II, rey del Imperio Persa (528-521 a.C.) conquistó Egipto. Frente a la ciudad de Pelusa, puso cientos de gatos amarrados a los escudos de sus soldados. Los egipcios, ante el dilema de defenderse o respetar la vida de los gatos, optaron por rendir la ciudad. O al menos así se cuenta.
La otra se remonta al año 47 a.C., cuando Julio César invadió Egipto. En la ocasión, un soldado romano mató, accidentalmente o con intención, a un gato. Ni siquiera el Faraón Tolomeo XII pudo hacer algo al respecto: la turba se apoderó del legionario y lo linchó simple y llanamente, como a un blasfemo cualquiera.
ESTE POSTEO ESTÁ DEDICADO A LA MEMORIA DE LA GATA EUDORA (n. cerca 1-XI-2007, f. 6-XI-2008).
En el Antiguo Egipto, era peor matar a un gato que a un hombre. Ante lo último, siempre cabía la posibilidad de un indulto, pero si el muerto era un gato, ni el propio faraón tenía poder para ello; y la condena era a muerte. Es más: si un egipcio descubría un gato fuera de las fronteras egipcias, era su deber y obligación llevarlo a tierra egipcia, sano y salvo. En caso de incendio, el primero en ser puesto a salvo era, adivinaron, el gato. Y si moría, las familias adineradas transportaban el cuerpo a Bubastis, la ciudad sede del culto a la diosa gata Bastet, para ser enterrado allá; para estos efectos, en la época tardía egipcia, llegaron a fabricarse ataúdes con forma de gato, en los cuales podía introducirse el cuerpo del felino, convenientemente momificado. Los arqueólogos modernos han rescatado cientos de estos gatos momificados, y varios de estos ataúdes.
Existen dos anécdotas relacionadas con gatos en el antiguo Egipto. Una de ellas se remonta a la época en que Cambises II, rey del Imperio Persa (528-521 a.C.) conquistó Egipto. Frente a la ciudad de Pelusa, puso cientos de gatos amarrados a los escudos de sus soldados. Los egipcios, ante el dilema de defenderse o respetar la vida de los gatos, optaron por rendir la ciudad. O al menos así se cuenta.
La otra se remonta al año 47 a.C., cuando Julio César invadió Egipto. En la ocasión, un soldado romano mató, accidentalmente o con intención, a un gato. Ni siquiera el Faraón Tolomeo XII pudo hacer algo al respecto: la turba se apoderó del legionario y lo linchó simple y llanamente, como a un blasfemo cualquiera.
ESTE POSTEO ESTÁ DEDICADO A LA MEMORIA DE LA GATA EUDORA (n. cerca 1-XI-2007, f. 6-XI-2008).
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