EL METRO... ESTACION BALDERAS
Eran las 7:45am, de un día cualquiera, cuando el gusanillo del retardo nos empieza a acelerar el pulso y nos obliga a correr. El temido trasbordo en el metro Balderas, me hace contener el aliento , es la hora del “Cachete con cachete y pechito con pechito...”, la hora pico en la que no cabe ni un solo alfiler. Se abren las puertas en la estación Balderas con dirección a Observatorio, y me pregunto si podré abordar... se oye una voz a lo lejos: "Antes de abordar, permitan salir", y como no vamos a dejar bajar si al abrirse las puertas se dejan venir en estampida, el que no se quite que sea bajo su propio riesgo. Cuando parece que la estampida no tiene fin, se deja escuchar el timbre que avisa que se cerrarán las puertas sin misericordia, y es cuando tenemos que cerrar los ojos y tirarnos a matar, el piso se mueve y todo se mueve, y cuando me doy cuenta ya estoy dentro sin haber hecho ningún esfuerzo, es el tornado que se mueve uniformemente de un lado a otro, (el problema surge cuando te bajan cuando no quieres ... subir es pan comido).Cuando por fin vamos con una sonrisa triunfante, aunque un poco desfigurada por los apachurrones, abren las puertas en la siguiente estación y un par de invidentes con tremendo teclado estan frente a las puertas del vagón bajo la mirada incrédula y suplicante de los que vamos ahí.: ¿A poco creen que van a poder entrar?.. NO MARCHEN!!!!, QUE NO HAY DESFILE...y ¡¡¡Oh, Milagro!!!, no solo logran introducirse, sino que se abren paso en el transcurso de estación a estación logrando atravesar por completo el vagón. Todavía no logro explicármelo, quizá sean algún pariente de Houdini, o del hombre topo... que se yo... pero es increíble todo lo que nos puede acontecer en el metro. No hay día que la aventura de subirse al metro, no nos deje boquiabiertos.
Publicado en el periódico "el Metro", 16 de Febrero del 2006
Publicado en el periódico "el Metro", 16 de Febrero del 2006
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