domingo, febrero 21, 2016

A UNA GATA TRANSFORMADA EN MUJER FÁBULA JACINTO DE SALAS QUIROGA

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A UNA GATA TRANSFORMADA EN MUJER

Fábula
París, 1833

Dicen que enamorado de una gata 
estaba allá en el Asia un europeo: 
(Cuando de amor se trata 
tanto cuanto me cuentan tanto creo.) 
Y como suele siempre quien bien ama 
de su bella a los usos conformarse, 
se cuenta del tal hombre que por Brama 
de su dios y su ley quiso apartarse. 
Hecho Brahmín, creía ciegamente 
cuanto de Metempsícosis se ha escrito. 
Según él, era claro y evidente, 
(y un bonzo lo aprobó muy erudito) 
que la gata su amante 
una joven muy bella ser debía. 
¡Brama, o Brama! Exclamaba noche y día, 
haz que vuelva a su ser en el instante 
esa preciosa gata 
por quien solo mi pecho ya te acata! 
Todo lo obtiene aquel que mucho ruega; 
y a su nuevo creyente 
esta gracia no niega 
Brama, el Dios de bondad omnipotente. 
Héteme ya a la gata transformada 
en una joven linda y adorada; 
dos cosas, por sí sola cada una,
capaz de trastornar en un momento 
las cabezas de viento 
que tienen las mujeres por fortuna. 
Adelante; de gozo enajenado 
nuestro buen amador, sólo pensaba 
en su nuevo cuidado, 
mientras que la belleza se ocupaba 
en mirar al espejo 
su cuerpo y su gracejo. 
Cuando en estas estaban, de repente 
un ruido se oyó, y mi señora 
sorpresa de placer, atentamente 
mira, escucha, se baja, y sin demora 
alza la pata, y tras, va a echar la mano, 
cuando al ruido del hombre que se acerca 
el ratón se escapó... «¡Ay inhumano! 
(Dice la triste gata.) Yo perezca 
si de ti no me vengo, y muy en breve; 
¡un ratón de mis uñas se ha escapado!...» 
El hombre no se atreve 
ni a resollar siquiera; así ha quedado 
al ver a su querida 
que de su antiguo estado no se olvida. 
Vuelto de su sorpresa, con buen modo 
expone a la beldad que es diferente 
ser gata o ser mujer; mas ella a todo 
da por respuesta oír si algo se siente, 
correr, brincar, saltar por los tejados: 
tales eran sus únicos cuidados. 
Nuestro héroe arrepentido,
cansado de aguantarla, 
a Brama suplicó ya más rendido 
segunda vez quisiera transformarla. 
Brama le contentó, y así le dijo: 
Sábete, amado hijo, 
que es difícil perder las malas mañas. 
Y si estas pequeñeces tanto extrañas, 
perversos ratos a pasar disponte. 
Siempre, lector, la cabra tira al monte.

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