A veces la vida nos da una zarandeada que no esperamos, y nos hace abrir los ojos de par en par con cosas que no esperamos que pasen. La vida es un cascarón de huevo que en cualquier momento se desquebraja y se puede romper en mil cachitos y con nada se vuelve a pegar.
Todo comenzó con una visita al médico, por un dolor en el costado que resultó ser, según, un dolor muscular, que sinceramente no creo que sea, porque no se parece a los dolores musculares. Depués de auscultarme, me dijo que había en el abdomen una bola bien definida desde la pelvis hasta el ombligo. Me mandó hacer un ultrasonido con la leyenda de :"Crecimiento abdominal".
La verdad que las palabras son palabras nada más pero pueden causar un gran impacto físico y emocional, como un "Shock", un rayo que te atravieza de pies a cabeza, en fin... al principio da miedo, sobre todo porque 3 de los hermanos de mi mamá han muerto de cancer, una prima del lado materno le acaban de quitar un seno, y afortunadamente esta bien, y otra prima por el lado paterno acaba de morir también de cancer en los pulmones... lindo panorama.
Me preguntaba hasta dónde llegaría yo, ¿Navidad? ¿14 de febrero?, otra primavera... pero lo que me sorprende es que no tuve miedo a la muerte, quizá porque hasta hoy nunca me han dicho con certeza: "¡ Hey Lucía, prepara tus maletas porque te vas a morir!", así de plano, sin anestesia ni adivinanzas.
Creo que me pasó como a cualquier madre, lo único que me preocupó fue dejar a mi hijo en medio de un caos, que las personas que lo rodean son hostiles sin querer serlo, que no le demuestran amor, ni lo abrazan... que se preocupan por él, no lo dudo, que no le faltaría qué comer, tampoco lo dudo, pero ¿Quién alimentaría su corazón?, ¿Quién lo amaría como lo amo yo?... Sin embargo también me dí cuenta que ya no me necesita, no importa que me digan y juren que sí, yo sé que no. Lo que nos une es el amor, no la necesidad, aunque yo sí lo necesito y lo necesitaré siempre.
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