SILVIA VARGAS ESCALERA)
UNA MUÑECA PARA LLEVAR AL CIELO
Entré a un almacén del centro comercial de mi ciudad, para hacer unas compras navideñas. Miré toda la gente y renegué un poco, pues estaría allí mucho tiempo y tenía muchísimo que hacer. Yo preferiría dormir, hasta que pasara la navidad. Me metí lo más pronto posible entre toda la gente, y me dirigí a la sección de juguetes. Estando allí, renegué de nuevo por los precios de los juguetes, y me puse a pensar, si mis nietos los apreciarían y si irían a jugar con ellos.
Me encontré en la sección de las muñecas. De reojo, miré un niño de más o menos cinco años abrazando a una linda muñeca. Le tocaba su cabello y la abrazaba tan tiernamente, que sin querer, me quedé mirando el niño pensando para quién sería esa muñeca. Luego, volteó hacia una mujer, y le dijo:
- Tía, ¿estás segura que no tenemos suficiente dinero?
La mujer le respondió con impaciencia:
- Tú sabes que no tenemos suficiente dinero para comprar la muñeca.
La mujer le dijo al niño que no se moviera de allí, que tenía que comprar otras cosas, y que regresaría en pocos minutos, y se retiró de allí. El niño continuó abrazando a la muñeca. Después de un ratito, le pregunté:
- ¿Para quién es la muñeca?
El niño me contestó:
- Es la muñeca que tanto deseo para mi hermanita de regalo de navidad. Ella estaba segura que Santa Claus, se la regalaría.
- Le dije que quizás Santa Claus se la llevaría.
Él me contestó:
- No, Santa Claus no puede ir a donde está mi hermanita. Tengo que darle la muñeca a mi mamá para que se la lleve.
Le pregunté:
- ¿Y en dónde está tu hermanita?
Me miró con sus ojos llenos de tristeza y me dijo:
- Ella se ha ido con el Niño Jesús. Mi papá dice que mamita tendrá que irse para estar con ella.
Mi corazón casi paró de latir. El niño me volvió a mirar y me dijo:
- Yo le dije a mi papá que le dijera a mi mamita que no se fuera todavía. Que esperara hasta que yo volviera del centro comercial. ¿Quiere ver su fotografía?
- Me encantaría.
Sacó unas fotografías que se había tomado con su hermanita y me dijo:
- Quiero que mi mamita se lleve estas fotografías para que nunca me olvide. Yo quiero mucho a mi mamita, y quisiera que no tuviera que dejarme, pero papá dice que ella necesita estar con mi hermanita.
El niño agachó la cabeza y se quedó muy callado. Mientras él no miraba, metí mi mano al bolso, tomé un puño de billetes, y le dije al niño:
- ¿Te parece si contamos de nuevo el dinero?
Se puso muy contento y me respondió:
- Sí. Yo sé que tengo suficiente dinero para comprar la muñeca.
Metí mi dinero entre el de él y comenzamos a contarlo. Había suficiente dinero para comprar la muñeca. Suavemente dijo:
- Gracias Niño Jesús, por darme suficiente dinero. Luego me miró y continuó: Le pedí al Niño Jesús que me diera suficiente dinero para comprar esta muñeca, y así mamita se la pueda llevar a mi hermanita. Él escuchó mi oración. Quería pedirle también dinero para comprarle una rosa blanca a mi mamita, a ella le encantan las rosas blancas, pero no se lo pedí. Pero Él me dio lo suficiente para comprar la muñeca y la rosa.
En esos momentos regresó la tía y yo me despedí del niño, pero no podía dejar de pensar en él, mientras hacía mis compras. Yo ya tenía una actitud y sentimiento totalmente diferente a cuando ingresé al almacén. Estaba recordando algo que había leído en el periódico unos días antes sobre un conductor ebrio que había chocado contra un carro, matando a una niña y la mamá estaba en condición muy crítica. La familia estaba tratando de decidir si quitarle la vida artificial. Pero seguramente, este niño no podría ser parte de ese relato.
Dos días después, leí la noticia que la familia había decido desconectar a la señora de la vida artificial. Más tarde ese día, no me pude resistir. Salí de casa, compré unas rosas blancas y las llevé a la funeraria en donde estaba la joven mujer. Al entrar a aquel lugar, la vi a ella en su féretro deteniendo una linda rosa blanca, la hermosa muñeca y la foto de el niño del almacén. Me fui de allí llorando. Desde entonces, mi vida cambió para siempre. El amor que ese niño tenía para su hermanita y su madre era sorprendente. Pero en un instante, un conductor ebrio, partió la vida de ese niño en pedazos.
Entré a un almacén del centro comercial de mi ciudad, para hacer unas compras navideñas. Miré toda la gente y renegué un poco, pues estaría allí mucho tiempo y tenía muchísimo que hacer. Yo preferiría dormir, hasta que pasara la navidad. Me metí lo más pronto posible entre toda la gente, y me dirigí a la sección de juguetes. Estando allí, renegué de nuevo por los precios de los juguetes, y me puse a pensar, si mis nietos los apreciarían y si irían a jugar con ellos.
Me encontré en la sección de las muñecas. De reojo, miré un niño de más o menos cinco años abrazando a una linda muñeca. Le tocaba su cabello y la abrazaba tan tiernamente, que sin querer, me quedé mirando el niño pensando para quién sería esa muñeca. Luego, volteó hacia una mujer, y le dijo:
- Tía, ¿estás segura que no tenemos suficiente dinero?
La mujer le respondió con impaciencia:
- Tú sabes que no tenemos suficiente dinero para comprar la muñeca.
La mujer le dijo al niño que no se moviera de allí, que tenía que comprar otras cosas, y que regresaría en pocos minutos, y se retiró de allí. El niño continuó abrazando a la muñeca. Después de un ratito, le pregunté:
- ¿Para quién es la muñeca?
El niño me contestó:
- Es la muñeca que tanto deseo para mi hermanita de regalo de navidad. Ella estaba segura que Santa Claus, se la regalaría.
- Le dije que quizás Santa Claus se la llevaría.
Él me contestó:
- No, Santa Claus no puede ir a donde está mi hermanita. Tengo que darle la muñeca a mi mamá para que se la lleve.
Le pregunté:
- ¿Y en dónde está tu hermanita?
Me miró con sus ojos llenos de tristeza y me dijo:
- Ella se ha ido con el Niño Jesús. Mi papá dice que mamita tendrá que irse para estar con ella.
Mi corazón casi paró de latir. El niño me volvió a mirar y me dijo:
- Yo le dije a mi papá que le dijera a mi mamita que no se fuera todavía. Que esperara hasta que yo volviera del centro comercial. ¿Quiere ver su fotografía?
- Me encantaría.
Sacó unas fotografías que se había tomado con su hermanita y me dijo:
- Quiero que mi mamita se lleve estas fotografías para que nunca me olvide. Yo quiero mucho a mi mamita, y quisiera que no tuviera que dejarme, pero papá dice que ella necesita estar con mi hermanita.
El niño agachó la cabeza y se quedó muy callado. Mientras él no miraba, metí mi mano al bolso, tomé un puño de billetes, y le dije al niño:
- ¿Te parece si contamos de nuevo el dinero?
Se puso muy contento y me respondió:
- Sí. Yo sé que tengo suficiente dinero para comprar la muñeca.
Metí mi dinero entre el de él y comenzamos a contarlo. Había suficiente dinero para comprar la muñeca. Suavemente dijo:
- Gracias Niño Jesús, por darme suficiente dinero. Luego me miró y continuó: Le pedí al Niño Jesús que me diera suficiente dinero para comprar esta muñeca, y así mamita se la pueda llevar a mi hermanita. Él escuchó mi oración. Quería pedirle también dinero para comprarle una rosa blanca a mi mamita, a ella le encantan las rosas blancas, pero no se lo pedí. Pero Él me dio lo suficiente para comprar la muñeca y la rosa.
En esos momentos regresó la tía y yo me despedí del niño, pero no podía dejar de pensar en él, mientras hacía mis compras. Yo ya tenía una actitud y sentimiento totalmente diferente a cuando ingresé al almacén. Estaba recordando algo que había leído en el periódico unos días antes sobre un conductor ebrio que había chocado contra un carro, matando a una niña y la mamá estaba en condición muy crítica. La familia estaba tratando de decidir si quitarle la vida artificial. Pero seguramente, este niño no podría ser parte de ese relato.
Dos días después, leí la noticia que la familia había decido desconectar a la señora de la vida artificial. Más tarde ese día, no me pude resistir. Salí de casa, compré unas rosas blancas y las llevé a la funeraria en donde estaba la joven mujer. Al entrar a aquel lugar, la vi a ella en su féretro deteniendo una linda rosa blanca, la hermosa muñeca y la foto de el niño del almacén. Me fui de allí llorando. Desde entonces, mi vida cambió para siempre. El amor que ese niño tenía para su hermanita y su madre era sorprendente. Pero en un instante, un conductor ebrio, partió la vida de ese niño en pedazos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario