Transcripción hecha por Mónica
CAP XVI
Las sirenas
Sus diferentes especies – Historia de este mito
Entre todos los mitos que nos ha legado la antigüedad, el más célebre, de seguro, es el de las sirenas. En un principio, muy mal definida entre los griegos, esta concepción mitológica se transforma, toma vida, y a consecuencia de asimilaciones y errores de los marinos sumamente ignorantes de su religión, pasa de los cielos al mar, de la alegoría a la historia natural.
Sin embargo, al principio de la era cristiana, los naturalistas, y Plinio entre ellos, rehúsan dar crédito a los tritones y sirenas y buscan los animales causa de semejantes ilusiones.
Pero la Edad Media tenía harta pasión a las fábulas para descuidar ésta.. Apodérase de ella y aleja todo cuanto podía aclarar la cuestión, y todos los pueblos de occidente se crean una sirena, una ondina.
En Francia es la seraine, en Escocia, la dama blanca, en Alemania, la nix, en Neerlandia la merminne o neek.
Aún hoy en día los pescadores holandeses han conservado esta superstición y a principios de siglo, la clase media de Flandes y de los Países Bajos la aceptaban sin vacilar.
Las sirenas merecen, pues, que nos detengamos algunos momentos y vamos a ocuparnos más detalladamente de cada una de las fases de su historia fabulosa: después describiremos los animales reales que han dado lugar a estos sueños.
Los griegos y romanos – Oceánidas – Ninfas – Sirenas – Tritones
En la antigua mitología el Océano estaba personificado. Era hijo del cielo y de la tierra, el primero de los Titanes y el único que no tomó parte en la revolución de Saturno.
Como toda divinidad griega, Saturno tiene un origen aéreo: es el Indra de los indios; pero como los arios, habitantes de las elevadas llanuras del Asia, no conocían el mar, no trasladaron a sus descendientes ninguna noción sobre el Océano y sin duda los fenicios fueron los que introdujeron este nuevo culto.
En un diccionario de Hesiodo, muy erudito y que aún no ha visto al luz, debido al sabio M. Andrés Lefevre, hallamos una curiosa descripción del mar, tal como la concebían los antiguos y no queremos pasarla en silencio, a fin de que se pueda apreciar bien la diferencia que aquellos encontraban entre los mares internos y el Océano exterior.
“Las nueve décimas partes de las aguas del Océano, dice Hesiodo, corren por debajo de la tierra a través de la noche, caen en torbellinos de plata en el techo de las ondas, alrededor de la tierra y sobre el vasto envés de los mares (interiores). Una décima parte, solamente, con gran perjuicio de los dioses, se escapa de una piedra elevada y forma el agua de la Estigia, sobre la que juran los inmortales.”
El Océano se casa con su hermana Tethys, que no se debe confundir con su nieta Tetis, madre de Aquiles: tienen numerosos hijos, entre ellos Nereo, Aqueleo, Doris y las Oceánidas, que en número de tres mil poblaron los mares (exteriores), la tierra y las olas.
De la unión de Nereo y su hermana Doris, la de hermosos cabellos, nacieron las Nereidas. Había cincuenta, y cada cual tenía su misión especial. Cymodara recibía las olas, y ayudada por la bella Anfitrite, calmaba la mar embravecida. Muchas de ellas, dice M. Andrés Lefevre, fueron madres de héroes. Así Eaco es hijo de Samoteo, Aquiles de Tetis, Anquises y eneas de Afrodito y por último, los Tritones eran hijos de Anfitrite y Neptuno.
Las Nereidas, o ninfas del Mediterráneo y del Mar Negro, estaban ordinariamente representadas bajo la forma de hermosas doncellas desnudas y semidesnudas. En una pintura de Pompeyo se ve una teniendo una copa en al que da de beber a un monstruo marino.
Después los poetas propagaron al idea de que terminaban, no con piernas de mujer, sino con cola de pescado.
Por fin, los últimos autores romanos pretendían cabellos de color verdegay, es decir verde mar.
El hermano de Nerea y de Doris, Aqueloo, se casó también. Tomó por compañera a la musa de la elocuencia y la poesía lírica, Calíope, que le dio tres hijas, las Sirenas.
Estas tres hijas, Leucosia, Ligea y Partenope, es decir Blanca, Armoniosa y Ojo de Virgen, atrajeron sobre sí el furor de Ceres asistiendo indiferentes al robo de Proserpina, y la diosa, para vengarse, las metamorfoseó en monstruos, mitad mujeres, mitad pájaros.
Las desgraciadas sirenas huyeron desesperadas y se refugiaron en las islas situadas entre Sicilia y la Italia.
Un oráculo fatal las condenaba a morir cuando un hombre pasase delante de ellas sin detenerse; y así era que se esforzaban en atraer al navegante con sus cantos más armoniosos y la música más suave, acompañando y uniendo su voz a los dulces acentos de la lira y de la flauta.
Hacia el año 1265 antes de nuestra era, la flor de los héroes de Grecia, Teseo, Hércules, Orfeo, Jason, Castor, Polux, Esculapio, Lineo, etc se embarcaron en Tesalia. Todo el mundo recordará ahora la expedición de los Argonautas en busca del vellocino de oro; no hablamos de ese viaje sino para apuntar aquí que los navegantes pasaron cerca de las islas que habitaban las Sirenas. Naturalmente ellas se adelantaron para seducirlos, atraerlos y devorarlos; pero Orfeo, alzando luego la voz, las obligó a que se callaran para escuchar entusiasmadas su canto, y dejaron pasar al navío Argos. Sin embargo, no perecieron aún por aquella vez; pero tampoco tiempo después, Ulises, volviendo a Itaca, tuvo al idea de anular los efectos de sus encantos tapando los oídos de todos sus compañeros con cera y haciéndose atar él mismo al pie del mástil.
Las Sirenas, desesperadas, se arrojaron al mar y fueron metamorfoseadas en rocas. Según varias tradiciones, el cuerpo de una de ellas, Partenope, fue arrojado por las olas al punto donde se hala ahora Nápoles.
Vemos pues, que las sirenas de la antigüedad no se parecían en nada a las pinturas modernas. No fue sino mucho más tarde, y a consecuencia de la ignorancia de los escultores, pintores y novelistas, cuando se confundieron el carácter de las Nereidas y de esos monstruos; amalgamándose el cuerpo, mitad mujeres, mitad pescados, y a los cabellos verdes de las Nereidas, añadieron los talentos musicales y los instintos crueles y pérfidos de las Sirenas, bautizando el todo con el nombre de las últimas…
Plinio no admite ninguna de las dos formas de sirenas. “No creo en las sirenas, dice en su libro sobre las aves: aunque Dinon, padre de Clearco, autor célebre, asegura que existían en la India y que seducían a los hombres con sus cantos a fin de cortarlos en pedazos así que se dormían.”
En otro lugar declara que las sirenas acuáticas son verdaderos pescados que recuerdan vagamente nuestras facciones y que se cogieron varias en las costas de Galia.
Los Tritones, hijos de Neptuno y de la nereida Anfitrite, sufrieron las mismas alteraciones que las Nereidas. En un principio, mirados como hombres marinos, fueron enseguida descritos como monstruos con cola de pescado, con largos cabellos y barbas de color de mar.
Pausanias cuenta que los Tritones habían concebido, no se sabe bien el por qué, un odio contra los habitantes de Tanagria. Éstos, por otra parte, les pagaban en la misma moneda, y más de una vez lograron el triunfo sobre sus enemigos.
Cierto Tritón tenia la costumbre de salir todas las noches de las olas para ir a robar los ganados de los tanagrinos, y todas las tentativas para cogerle y matarle habían sido infructuosas. Ocurrióseles la idea de colocar una noche un gran vaso lleno de vino a la vista de una colina muy escarpada. Así que llegó la noche el Tritón fue a merodear según costumbre, y descubrió el vaso:”-¿qué es esto? – exclamó, y bebió, se emborrachó y enseguida se durmió en la rápida pendiente. Durante su sueño rodó hasta abajo y los tanagrinos acudieron con presteza y se vengaron decapitándole.
Pausanias era más crédulo que Plinio, al describir los Tritones, que decía tenían una cabellera de yerbas(¿) acuáticas, el cuerpo cubierto de escamas pequeñas y duras, oídos detrás de las orejas, una nariz ordinaria, una boca anchamente hendida, dientes como los nuestros, ojos verdes, manos estrechas, semejantes a conchas bivalvas, y las piernas como cola de delfín!
Con tales señas, caro lector, a buen seguro que si alguna vez hallas un Tritón, lo reconoceréis por fuerza.
CAP XVI
Los mitos análogos en oriente
La tradición de las sirenas, bajo sus dos formas, no pertenece exclusivamente a nuestros países. Bien que menos extendida hállanse también señales de ellas en los orientales.
Por ejemplo, Alkazuin nos señala que los árabes creen que existe una especie de hombres que sin cesar están montando avestruces, con los cuales parecen formar un solo cuerpo: que habitan diferentes islas y devoran a los ahogados que les envían las olas.
Otros monstruos llamados en árabe Abou –Muzaina, es decir padres de la bella, frecuentan los alrededores de Rosette y de Alejandría. Estos animales habitan el mar, pero lo abandonan algunas veces para pasearse por la tierra, varios de ellos juntos. Son semejantes a los hombres velludos y bien conformados.
Un día capturaron unos cientos, pero arrojaron tales gritos que los cazadores compadecidos les dieron libertad.
Otro animal del mismo país se llama el viejo marino. Encuéntrasele cerca de Damasco. Su vista presagia al sirio buena cosecha. Habla una lengua que no se comprende. Su busto tiene una cola.
Cogióse uno que había abandonado las olas y lo casaron (¿). Tuvo un hijo que hablaba indiferentemente la lengua paterna o materna.
El viejo judío (¿) tiene una barba blanca, su pelo es semejante al del buey, su talla es la de una ternera. La noche que precede al sábado se muestra en la superficie del Mediterráneo y permanece hasta el sábado por al noche saltando, sumergiéndose, jugando y siguiendo a los buques.
Un autor árabe, cuyo nombre parece raro a nuestro oído, Ibnola – Bialsaths, afirma que en su tiempo los marinos pescaban frecuentemente en los mares de Grecia doncellas acuáticas, de color moreno y ojos negros, que hablaban un lenguaje ininteligible y soltaban sonoras carcajadas. Después de haberlas acariciado los marineros las arrojaban al agua. Esto nos recuerda una anécdota divertida, que uno de nuestros parientes, un flamenco M.F. Beasens, que llevó a cabo algunas expediciones a bordo de un buque belga, nos ha contado, y que sabía por boca del segundo de su buque. Pásase en el mismo punto, y le cedo la palabra.
“Era en Alejandría sobre el río; a causa del naufragio del bergantín belga Virgen María, mi segundo servía (hace de esto 25 años) a bordo de un buque griego.
Los marineros griegos se hallaban un día de buen humor: habían cogido y llevado a bordo una sirena.
Era un animal que tenía la parte superior del cuerpo como mujer, cabellos como la estopa, o poco menos, brazos parecidos a los nuestros, suponiendo que los hubieran cortado por encima del codo; la parte baja del cuerpo de este animal tenía la forma de la cola de un pescado; pero cuando se hallaba solo en el puente o creía estar solo, esta cola se dividía en un sinnúmero de patas pequeñas, con las cuales marchaba muy derecho.
El segundo hubiera deseado muchísimo conservar la sirena, pero al día siguiente los griegos aún de mejor humor (esta vez estaban completamente borrachos) cogen unas estacas y se ponen a apalear a la sirena como un verdadero pescado seco.
El pobre animal exhalaba quejidos como si hubiese sido un niño. Después de haberle zurrado en regla cocieron y se comieron a la desgraciada sirena.”
Las sirenas de la edad media
En la Edad Media complacíanse los autores en citar todos los ejemplos de encuentros con sirenas, o, como decían entonces, sereines.
Notemos de paso que de esta palabra se deriva el nombre de serín (canario) que les pusieron a causa de su canto.
Teodoro de Gaza vio en el Peloponeso varias sirenas varadas en la arena. Echó una al agua, la cual se escapó en seguida.
Jorge de Trebizonda distinguió en alta mar una mujer que salía del agua hasta la cintura y que se sumergía de cuando en cuando.
Julio Escalígero había oído a dos de los criados de su padre asegurar que cada cual había hallado un tritón. Otro individuo, Constantino Paleocapo, le hizo un relato semejante.
Un valenciano, Valerio Teseiro, le contó que habiendo cogido un tritón en España, se le arrojó al agua a instancias del embajador.
Gillius sostiene que en Dalmacia se cogen hombres marinos cuya piel es tan dura que se hacen con ellas suelas de zapatos muy sólidas.
Podríamos continuar así durante 50 páginas. Como s eve, estos son asertos sin ningún interés científico, porque no hay uno que se halle acompañado de una descripción.
Nuestros antepasados se contentaban con menos, pues estas alegaciones les bastaban sin tratar de comprobarlas.
En eso fundaban toda clase de preceptos al uso de los marinos.
Para desembarazarse de la sirenas, es menester, según Vicente de Beauvais, arrojar al mar botellas vacías: las sirenas se entretienen en correr tras ellas y entretanto uno se escapa.
Más vale aún evitar el oírlas, y para esto se deben estopar los oídos lo mismo que se tapa una abertura en un buque.
Los poetas no podían menos que celebrarlas.
Aún iban más lejos; afirmaban, según Hesiodo, que vivían 291.600 años, ni un día más ni un día menos!
El primer buque inglés que se dio a la vela para intentar el paso a la India, a la tierra fantástica de Cathay, fue la Buena Esperanza, que partió en 1522. Cabot, gran piloto, redactó instrucciones muy curiosas para este viaje.
Encarga hacer por la mañana y tarde dos plegarias públicamente: proscribe rigurosamente todas las invenciones del diablo, como los dados, las cartas, las damas, etc; al lado de estos artículos hay algunos de una moralidad un poco dudosa: por ejemplo ordena “atraer a bordo a todos los indígenas de tierras extranjeras y emborracharlos con vino y cerveza, para llegar a conocer los secretos d e su corazón”. La instrucción acaba con una recomendación a todos los viajeros: “de precaverse bien de todos los artificios de ciertas criaturas que, con la cabeza de hombre y la cola de pescado, nadan armadas de arco y flechas en las ensenadas y bahías, y viven de la carne humana”.
En la Cronique islandaise, escrita en 1215 por Storlaformus, se habla de dos monstruos que se describen también, cosa rara a la sazón, con bastante cuidado. El primero fue llamado por los noruegos Haffstramb y le vieron de la cintura para arriba fuera del agua:”es semejante a un hombre en el cuello, la cabeza, el rostro, la nariz y la boca: la única diferencia consistía en que la cabeza era extremadamente elevada y puntiaguda en la coronilla. Era ancho de hombros y en sus extremos dos troncos de brazos sin manos. El cuerpo estaba adelgazado en su extremidad inferior, y jamás se pudo ver cómo se hallaba formado debajo de la cintura. Su mirada era fría como el hielo. Ha habido grandes tormentas siempre que ese fantasma ha aparecido en el agua”. El segundo monstruo fue llamado Masguguer. “Estaba formado hasta la cintura como el cuerpo de una mujer. Tenía abultados pechos, el cabello suelto, grandes manos al extremo del tronco de sus brazos y largos dedos unidos entre sí como lo están las patas de un pato. Se le ha visto con un pescado en su mano comiéndolo: este fantasma anunciaba siempre alguna gran tormenta. Si el fantasma se sumergía en ele agua con el rostro vuelto hacia los marineros, era signo de que no naufragarían; si les volvía la espalda estaban perdidos.
El Haffstramb era evidentemente la foca que se ha designado después bajo el nombre de pescado obispo, a causa de la forma puntiaguda de su cabeza, que se ha comparado con una mitra.
Sin embargo, en aquella época, los autores no se hallaban acordes sobre la creencia que debían acordar a ese mito.
Los más serios decían con el célebre enciclopedista Brunetto Letini, que las sirenas eran seres simbólicos, cuya historia recordaba sin duda las tristes victorias de tres “meretrices” o “locas mujeres” o bien hacía alusión a serpientes blancas muy venenosas “que se llamaban así en Arabia”.
Pero otros, como Schott admiten y reproducen el retrato de los tritones.
Ninguno, sin embargo, sospecha la verdad, es decir la identidad de esos monstruos y de las focas.
Sobre todo en los Bestiarios es donde se halla el resumen de las creencias de esta época.
Todo el mundo sabe lo que se llamaba Bestiario: era una colección de anécdotas sacadas de la vida de los animales, de bestes, y dispuestas de tal manera que todas las anécdotas se encadenaban. El autor podía hacer así una serie de razonamientos con apoyo de cualquier tema, apoyando cada uno de ellos sobre un hecho admitido.
Por ejemplo, El bestiario divino de Guillaume, pasante de la Picardía, es una serie de reflexiones morales y religiosas, apoyada en ejemplos sacados de la vida de los animales: la sirena seduce, luego mata: luego debe resistirse a las seducciones mundanas que ocultan siempre grandes males, etc.
El Bestiario de Amor por Ricardo de Fournival salió en 1250: el autor trata de probar a una dama, contándole mil historietas, que debe corresponder a su llama. Esta obra adquirió una gran popularidad a juzgar por el número de manuscritos que nos han quedado. Va seguido de la Respuesta de la Dama, en la que ésta reprueba todos los razonamientos de su pretendiente. Fournival describe así la sirena: “Así sucede a aquel a quien la sirena mata cuando le ha adormecido con su canto, pues hay tres especies de sirenas: dos de ellas son mitad mujeres mitad peces, y la tercera, mitad mujer mitad pájaro. Cantan las tres juntas: las unas con buisinas (flautas de dos agujeros), las otras con arpas y las terceras con voz clara.”
“Así como, continúa, me habéis seducido con vuestros encantos, vendiéndome enseguida traidoramente al rechazar mi amor.”
Pero la dama saca una conclusión completamente diferente. “Las sirenas, dice, son engañadoras, así no me adormiré con vuestras palabras, como los hombres con su canto, pues señor dueño, si me fiara de sus discursos bien pronto perecería…”
CAP XVI
Sobre todo en los Bestiarios es donde se halla el resumen de las creencias de esta época.
Todo el mundo sabe lo que se llamaba Bestiario: era una colección de anécdotas sacadas de la vida de los animales, de bestes, y dispuestas de tal manera que todas las anécdotas se encadenaban. El autor podía hacer así una serie de razonamientos con apoyo de cualquier tema, apoyando cada uno de ellos sobre un hecho admitido.
Por ejemplo, El bestiario divino de Guillaume, pasante de la Picardía, es una serie de reflexiones morales y religiosas, apoyada en ejemplos sacados de la vida de los animales: la sirena seduce, luego mata: luego debe resistirse a las seducciones mundanas que ocultan siempre grandes males, etc.
El Bestiario de Amor por Ricardo de Fournival salió en 1250: el autor trata de probar a una dama, contándole mil historietas, que debe corresponder a su llama. Esta obra adquirió una gran popularidad a juzgar por el número de manuscritos que nos han quedado. Va seguido de la Respuesta de la Dama, en la que ésta reprueba todos los razonamientos de su pretendiente. Fournival describe así la sirena: “Así sucede a aquel a quien la sirena mata cuando le ha adormecido con su canto, pues hay tres especies de sirenas: dos de ellas son mitad mujeres mitad peces, y la tercera, mitad mujer mitad pájaro. Cantan las tres juntas: las unas con buisinas (flautas de dos agujeros), las otras con arpas y las terceras con voz clara.”
“Así como, continúa, me habéis seducido con vuestros encantos, vendiéndome enseguida traidoramente al rechazar mi amor.”
Pero la dama saca una conclusión completamente diferente. “Las sirenas, dice, son engañadoras, así no me adormiré con vuestras palabras, como los hombres con su canto, pues señor dueño, si me fiara de sus discursos bien pronto perecería…”
CAP XVI
Los viajeros y las sirenas americanas e indias
Concíbese que los marinos que partían a un largo viaje embebidos en tales ideas no podían dejar de ver por todas partes las sirenas. Lo cual no dejaba de suceder.
Cristóbal Colón, navegando cerca de Santo Domingo, encontró tres sirenas que bailaban en el agua. Estaban mudas y le parecieron bastante feas, y halló que tenían el aire triste y que parecían echar de menos la Grecia. Hoy día en ese mismo pasaje pululan los manatíes, que los indígenas llamaban pez – mujer, y de los que nos ocuparemos más adelante. En Vinagra (islas orientales) dáse el mismo nombre a los dudongos.
Los colonos pobres brasileños, los que pertenecen a las clases menos elevadas de la sociedad, están muy lejos de haber renunciado a los ensueños de sus antepasados a propósito de los países de la leyenda. Creen aún que en el centro de América debe hallarse un gran lago que encierra tesoros inmensos y que este lago está guardado por una sirena llamada maidas aguas.
El capitán inglés John Smith hacía la travesía de América en 1614, y se hallaba cerca del nuevo continente cuando vió, nadando graciosamente, una mujer de hermosísimos ojos, grandes y expresivos, bien que un poco redondos, la nariz y las orejas bastante bien formadas y el cabello largo y verde. El capitán empezó a enamorarse cuando desgraciadamente dio un salto que dejó ver a su admirador desconcertado, una doble cola de pescado.
Abelinus ha dado, y M. Kastner reproducido, el dibujo de un hombre marino que había sido cogido por los consejeros del rey de Dinamarca, yendo en 1619 de Noruega a Copenhague. Encontrósele llevando un haz de yerba sobre la cabeza y se apoderaron de él. Pero apenas se vio sobre el puente se puso a hablar el danés más puro, amenazando con el naufragio si se le detenía prisionero. Los marineros, asustados, se apresuraron a soltar su presa, que sin duda no era ni más ni menos que un desgraciado pescador.
El mar Indio era una de las residencias de preferencia de estos hombres pescados, y las colonias holandesas en particular. Dimas – Bosque paseándose por la playa, en Manara, con un jesuita, vió a unos pescadores que le enseñaron 16 tritones y nereidas de doble cola y brazos cortos. El holandés obtuvo uno de esos animales, que envió a la Haya, donde aún se halla.
Lo que más asombra es ver estas fábulas perpetuarse en los libros que pasan por científicos casi hasta nuestros días.
En 1718, Ruysch representaba en su historia natural pescados antropomorfos, u hombres marinos.
En fin, para acabar por el más curioso, en una colección publicada por Van del Stell, gobernador de Amboine, en Ámsterdam, bajo el título de Pescados extraordinarios de las Molucas, puede admirarse una sirena dibujada por Samuel Fallours: al pie se hallan estas palabras:
Al frente del volumen hay impresos certificados “para prevenir la incredulidad de ciertas personas”.
Era 1718, hace un siglo y 25 años, cuando se daban así los retratos de las sirenas, retratos del original.
Pero no es eso todo, y más recientemente, hacia 1735, el sabio Maillet reunía numerosas tradiciones sobre las sirenas, y no solamente sostenía su existencia, sino que pretendía que constituían la raza primitiva de los hombres.
Las supersticiones alemanas y holandesas sobre las sirenas, nix o merminnes
En Alemania, en Holanda, los aldeanos cuentan aún, en las largas veladas de invierno, historias de sirenas. Más de uno las ha visto y se ha escapado asombrado de terror. Algunos hasta las han oído hablar. Por nuestra parte hemos conocido holandeses que se asombran, y no poco, al ver que tratamos de fábulas todo lo que se dice sobre las mujeres marinas y sus predicciones.
En Alemania la sirena se llama nix. Hay nix hembras y machos. Son genios malhechores que se complacen al inducir al hombre al suicidio, y se dice proverbialmente de aquellos que se han ahogado: “El nix lo ha llevado hacia sí”.
Los nix no son inmortales, pero están condenados, en expiación de alguna falta muy antigua, a sufrir mucho y largo tiempo. Se añade, sin embargo, que si su conducta es ejemplar, Dios acaba por perdonarlos. Un día, dice una leyenda, los hijos de un pastor protestante que jugaban a orillas de un río vieron un nix que cantaba y tocaba un instrumento. Crueles como todos los muchachos se adelantaron y reprendieron en cara su música, diciéndole que era un réprobo, un condenado, y que mejor haría en llorar sus faltas.
El pobre nix, sorprendido y desolado,, rompió a llorar, y sus jóvenes verdugos, encantados con el éxito de su elocuencia, se volvieron bien presto a contar a su padre todo lo que acababa de pasar. Pero éste les respondió: “Habéis pecado: volved en seguida y consolad al afligido”
Los niños regresaron junto al nix, y desde que lo vieron a una gran distancia empezaron a gritar: “Nix, no llores, nuestro padre nos ha dicho que hay un señor para ti como para nosotros, y que tus pecados te serán redimidos!” En seguida el nix enjugó sus lágrimas y jugó con ellos todo el día.
Cuéntase también que un joven, habiendo capturado una nix al bañarse, se enamoró de ella y se casó. Pero siempre que le preguntaba acerca de su origen rehusaba responderle. Un día, acosado por sus amigos, resolvió obligarla a explicarse. Con la espada desnuda en la mano se acercó a interrogarla a lo cual la nix exclamó: “Si me pierdes para siempre, no culpes a nadie sino a ti” y se lanzó en una corriente de agua, donde desapareció para siempre.
Los holandeses y los belgas llaman a la sirena neck, mermaids o merminne. Muchas veces las han cogido vivas.
En 1430, después de una inundación, unas jóvenes de Edam (Holanda) yendo en barco a buscar unas vacas a Parmesonda, hallaron una mujer medio enterrada en el fango: cogiéronla, laváronla, y la llevaron a su aldea para vestirla. Aprendió fácilmente a hilar, a vestirse, a persignarse, pero ni los habitantes de la localidad, ni los sabios de Harlem que acudieron expresamente, pudieron hacerla hablar. Para nosotros probablemente sería alguna sordo – muda abandonada, pero entonces prefirieron ver en ella una sirena.
Los frisones dicen que no existen más que siete merminnes, es decir, hijas del mar, y que cuando un navegante, enamorado de su estado, se encomienda a ellas, no debe nunca, bajo pena de muerte, abandonar el mar. Y en prueba de ello, un marino que se hallaba en este caso, habiendo querido renunciar a la navegación y casarse, acudieron la primera noche de la boda, le llamaron y le arrastraron a las olas.
En general son seres serviciales que se interesan mucho por una casa, pero sumamente susceptibles. Así, uno de estos tritones, llamado Flerus, que se había encargado de los trabajos caseros en una granja cerca de Ostende, abandonó un día la casa, con gran disgusto de los labradores, porque le habían echado un ajo en la leche!. El hecho es que si el neck era goloso debió hallar su almuerzo detestable.
El principal afán de las sirenas en las leyendas de los Países Bajos, es desempeñar el papel de profetisas. Cada país tiene sus tradiciones respecto a este particular, y no sería preciso burlarse de ellas.
Los balleneros de Amberes pretenden, o, más bien pretendían, (pues hoy en día Amberes ya no arma para la pesca de cetáceos), que cuando llegaban a parajes frecuentados por sus víctimas, una sirena que nadaba sin cesar delante de su buque se detenía y cantaba.
“Aprestad pescadores, las barricas
Que la ballena se encamina aquí”.
Muiden es una ciudad sumamente antigua, y sin embargo ha permanecido siempre bien pequeña. Consiste en que la suerte se ha mezclado y en que una merminne ha cantado con voz severa:
“Muiden será siempre Muiden
Nunca debe prosperar”
Cuando se recorren los Países Bajos un eterno objeto de asombro es la posición precaria de todos los pueblos construidos en los polders. Sabido es que se llama así a los terrenos situados bajo el nivel del mar, Atraviésanlos canales y el agua corre entre los diques de varios metros de elevación sobre el nivel de la pradera. No lejos de Dordrecht, en medio de polders de una gran fertilidad y comparables solamente a los pastos Normandía, se eleva la pequeña ciudad de Zovenbergen.
Si os asombrais al ver que las casas de Zoverbergen son completamente nuevas, si teneis curiosidad de conocer la historia de este país, id a buscar el burgomaestre y él os contará que su padre había visto el país enteramente cubierto de agua, que solamente un cimborio de una torre formaba como un islote en medio de la tranquila balsa. Después ha sido cuando se ha hecho desecar la comarca.
En otro tiempo, Zovenbergen era una plaza fortifcada: sus murallas estaban rodeadas de torres, y una de ellas se llamaba torre de Lobbekens . Los habitantes eran ricos y poderosos, pero disipados e irreligiosos.
Un día aparecieron dos sirenas y declamaron este dístico con voz triste:
“Zovenbergen perecerá
Y la torre de Lobbekens quedará”
El 18 de noviembre un violento huracán del noroeste arrojó con tal furia las aguas contra los diques que cedieron.
Setenta y dos poblaciones fueron inundadas, entre ellas Zovenbergen, cuya torre fue la única que dominó las olas. Así fue como se cumplió la profecía.
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