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El interés por publicar este mes un texto acerca de las Perlas nace de haber leído recientemente un libro titulado El Rumor del Oleaje de Yukio Mishima donde la madre del protagonista de la historia es una mujer pescadora de perlas en el Japón del siglo antepasado.
Las perlas denotan ciertos simbolismos tanto en la mitología como en las diferentes religiones. El Cristianismo adoptó la perla como símbolo de pureza. La mayoría de estas ideas y mitos han viajado a través de los siglos como historias de tradición popular, cuentos y leyendas. Era costumbre relacionar las perlas con las mujeres y el día de su boda- un concepto que posiblemente se deriva del mito de Krishna y el casamiento de su hija. Las perlas simbolizan lágrimas, simbolizan pureza, protegen del mal y brindan amor y fertilidad a quien las porta. La tradición islámica coloca a las perlas en un nivel superior pues el Corán se refiere a ellas como una de las mayores recompensas al momento de llegar al paraíso. La gema misma se ha convertido en símbolo de perfección.
Las perlas son elementos calcáreos con un brillo muy peculiar producidos por cierto tipo de moluscos. La sustancia con la que se produce una perla es en esencia la misma que cubre el interior de muchas conchas y caracoles y que se conoce como “madreperla”.
Es obvio que cuando una perla mantiene una forma esférica perfecta lo más seguro es que permaneció libre de la sustancia que forma los músculos o los tejidos blandos del molusco. Sin embargo con frecuencia la perla se adhiere al interior de la concha de tal forma que al desprenderla su forma esférica se altera. Al despegarla, su forma es plana de un lado y convexa del otro formando lo que los joyeros llaman “botón de perla”. Cuando una ostra que contiene una perla se ve atacada por un parásito, el molusco se protege depositando una sustancia nacarada sobre su superficie invadida lo que da forma a una perla cóncava. Otras perlas se forman sobre pequeños fragmentos de madera u otros materiales y por lo mismo son perlas irregulares mismas que se conocen como “perlas barrocas”.
En el argot de los joyeros, una perla perfecta debe poseer una piel perfecta, textura fina, y estar libre de cualquier mancha microscópica. Su color, un blanco prácticamente translúcido con un brillo iridiscente. Además deberá ser perfectamente esférica o bien con perfecta simetría y forma de pera. El hecho de que es un producto espontáneo proveniente de un molusco hace que sea difícil encontrar perlas perfectamente redondas. Mientras más redonda más valiosa será. El lustre que le da el valor es la combinación de la brillantez de su superficie con su brillo interno. Si es perfecto, uno puede ver claramente su propio reflejo en la superficie de la perla. Una perla blanca u opaca es indicio de mala calidad.
En la antigüedad, las perlas se conseguían principalmente en la India y el Golfo Pérsico, en el primer cuarto del siglo XX se encontraban alrededor de las Islas Filipinas , las costas de Australia , algunas costas de América del Sur y las costas de Sri Lanka (Ceylán en la antigüedad) y Mianmar (Burma).
Las embarcaciones partían de los muelles a medianoche para llegar a los bancos de ostiones al amanecer. Los buzos trabajan en pareja. Uno de ellos era quien recolectaba y el otro es quien estaba atento a las cuerdas y a la canasta y a su vez ayuda al recolector a subir a la superficie. Estas personas, generalmente mujeres, podían permanecer bajo el agua un promedio de 50 a 80 segundos aunque existían algunos que habían logrado permanecer hasta 5 o 6 minutos – sin tanque de oxígeno por supuesto.
Antiguamente en la India, ningún pescador de perlas bajaba al fondo del mar sin llevar amuletos de protección contra el ataque de tiburones. Un pescador de perlas tenía siempre una corta vida. Desde el tiempo de Macedonia los bancos más maravillosos de ostiones se encontraban en el Golfo Pérsico y se decía que el mayor tesoro se localizaba junto a los bancos de arena de Qatar y Bahrein en la parte meridional. Alrededor de Borneo (Malasia e Indonesia) se obtenían perlas finísimas.
Las perlas de río se encuentran por lo general en el Hemisferio Norte y las perlas británicas se menciona en los escritos de Tácito y Plinio. Julio César dedicó a Venus como ofrenda una armadura forrada de perlas de río traídas de Bretaña como el Emperador llamaba a las Islas en aquel tiempo.
Finalmente, fue en China donde la cultura del cultivo de la perla llegó a alcanzar la mayor perfección. Los chinos obtenían perlas marinas y utilizaban madreperla como decoración. Siglos atrás las perlas eran utilizadas como tributo o pago de impuestos. En el siglo XIII descubrieron un proceso para lograr la formación artificial de perlas de río mediante el cual se recolectaban grandes cantidades de moluscos durante los meses de Mayo y Junio, se abrían cuidadosamente y se les introducían minúsculos cuerpos extraños ya sea pequeñísimas esferas hechas de lodo, de hueso o de madera. Se devolvían al agua en estanques de poca profundidad y se alimentaban renovándoles la tierra por temporadas.
Dentro de las perlas cultivadas, hoy día las clásicas son las cultivadas en Japón y se les conoce como Akoya. En Nueva Zelanda las perlas son producidas por un molusco llamado Haliotis iris de color azul y se conocen como Mabe. Son perlas hemisféricas que crecen pegadas a la concha. En los mares del Sur las perlas son blancas y se forman en ostras grandes en Australia, Indonesia y Myanmar. Estas perlas llegan a medir 10 a 20 mm y su precio es muy elevado. Las perlas negras aparecen en ostras grandes de la Polinesia francesa y su nombre científico es Pinctada margaritifera. Sus matices van del gris pálido al negro antracita.
El nombre que inmediatamente viene a la mente cuando se habla de perlas cultivadas en Japón es el de Kochoki Mikimoto, el hijo mayor de una familia cuyo ingreso principal provenía de un negocio de fideos en la región de Shima. Su éxito se basó en continuos experimentos a base de prueba y error durante 20 años logrando finalmente obtener una patente para el cultivo de perlas esféricas.
El trabajo de una “granja” para el cultivo de perlas se divide de la siguiente forma:
Criar el molusco primeramente. En segundo lugar llevar a cabo y cuidar el proceso de alimentación del molusco, nutrirlo, preparar las ostras “madre” insertar los núcleos, cuidarlos y protegerlos constantemente. Los moluscos de perlas Akoya tienen que mantenerse en agua cuya temperatura no debe de bajar de 13 grados centígrados, donde las corrientes marinas son abundantes y haya suficiente plankton como alimento.
Para proteger a los moluscos éstos se colocan en canastas de distintas formas para distinguir aquellos que acaban de recibir los implantes o bien para saber cuales hay que limpiar una vez terminado el proceso de cultivo.
Una granja también cuenta con tarimas de madera de donde se fijan las canastas previo a sumergirlas en el agua. Ya que cantidad de fauna marina se adhiere a las jaulas y canastas, continuamente hay que limpiarlas pues si el agua no circula libremente, la calidad de la perla disminuye.
Los tifones y la marea roja son grandes enemigos del cultivo de perlas por lo que se tiene que prestar especial atención a los servicios meteorológicos, la temperatura del agua y la cantidad de oxígeno en ella para tomar medidas pertinentes. La cosecha se realiza en el invierno, cuando baja la temperatura y los moluscos están menos activos produciendo bajas dosis de madreperla.
Primero que nada se revisan algunas muestras para tomar la decisión y comenzar a subir los canastos y abrir los moluscos.
Un grupo de trabajadores es siempre el encargado de limpiar los canastos y jaulas una vez que se retiran las ostras. Otro grupo se dedica a separar de la concha la sustancia carnosa que contiene la perla y se procesa para obtener finalmente las perlas las cuales se colocan en un recipiente de madera con sal de grano y agua. Las perlas se pulen haciendo girar estos cubos de madera.
Todo el delicado proceso tarda alrededor de 4 años a partir del momento en que se le inserta al molusco madre el cuerpo extraño y hasta que se obtiene finalmente la perla. Por lo general el 50% de los moluscos muere al momento de la inserción. Del 50% restante, un 20% da como resultado perlas de buena calidad, un 25% resultan perlas sin valor y un 5% resultan Hanadama o perlas perfectas y maravillosas de impecable lustre y color. Es tal el asombro al descubrirlas que de inmediato se olvida todo el cuidado minucioso que el proceso conlleva.
Las perlas además siempre han tenido un valor dentro de la medicina. Curiosamente se utilizan en la industria farmacéutica moderna pues aquellas perlas que no tienen valor comercial en la joyería debido a su calidad inferior son pulverizadas y se utilizan para preparar calcio de altísima calidad medicinal.
En el siglo pasado, la pesca de perlas en lo que se conocía como Golfo de California, hoy Mar de Cortés llegó a tal exceso que hubo que comenzar a regularla ya que un grupo de pescadores sacaba en un día alrededor de tres toneladas de conchas de ostión y se calculaba que solamente una en mil era portadora de una perla. En el año 1882 en la Bahía de Mulegé en Baja California se encontró una perla de 75 quilates, la más grande jamás hallada en esa zona incluyendo el mar Caribe. En la zona del Caribe donde se ubican las Islas Vírgenes, Felipe II de España obtuvo en 1579 una perla de 250 quilates (bueno, alguien la encontró para él por supuesto).
La adquisición de aquella perla por Felipe II de España nos lleva a investigar sobre otra serie de perlas famosas como lo han sido las siguientes:
La Perla Abernathy es la perla más perfecta que jamás se haya encontrado en los ríos de Escocia. Fue encontrada en 1967 y subastada en 1992 por una cantidad no revelada.
La Perla Arco fue una perla barroca que Marco Polo obsequió a Kublai Kahn emperador de China. Esta perla pesaba 575 kilates y era blanca con tonalidades color de rosa y café.
La Gran Perla Color de Rosa- Valuada en más de $4.5 millones de dólares se encuentra catalogada en el libro Guiness como la perla de abulón natural más grande que jamás se haya conseguido.
Esta gema barroca fue encontrada en 1990 , pesa 470 quilates y su dueño la mantiene resguardada en Petaluma California.
La Perla Gogibus con forma de pera fue descubierta en el Siglo XVII en lo que se conocía como las Indias Occidentales, hoy las Antillas. Esta perla que pesa 126 quilates fue adquirida por Felipe IV a un mercader de nombre Gogibus que la llevaba como adorno en un sombrero.
La Perla Hope es la perla de agua salada más famosa que se haya descubierto hasta nuestros días. Esta perla pesa 450 quilates, tiene forma de gota y su color va del verde al oro y al blanco. Hoy día se encuentra en el Museo Británico y perteneció a Phillip Hope el mismo individuo que fuera el único dueño del famosísimo Diamante Hope.
La Huérfana ha sido una de las gemas más maravillosas de las joyas de la corona española. Su forma y su lustre son perfectos y perteneció a Doña Isabel de Bobadilla quien fuera la primera mujer gobernadora de Cuba. Se dice que la perla fue destruida cuando el palacio español en Cuba se derrumbó en llamas en el Siglo XVIII.
Perlas cultivadas, de río, barrocas, en poesía, en frases célebres y en canciones serán eternamente sinónimo de tesoros.
Cabe aquí el anécdota cuando un domingo a las 6 de la mañana Alfi de 4 años me pedía que me levantara a jugar. Utilizó todos los recursos posibles al alcance de su corta edad pero con el que me convenció fue cantando:
Le pedí a los cielos, una dulce estrella
a los verdes campos, les pedí una flor
a la noche quieta, un rayo de luna
al mar una perla, y un trino al gorrión.