viernes, 24 de septiembre de 2010
EL SIGLO XIX DE LA PARROQUIA DE ACAPULCO: DE LOS SANTOS REYES A NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD.
EL SIGLO XIX DE LA PARROQUIA DE ACAPULCO, DE LOS SANTOS REYES A NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD.
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.
Cabe abrir un espacio particular para tratar de determinar uno de los aspectos más importantes de la historia de la Parroquia de Acapulco.
Los titulares originales de la Parroquia de Acapulco, los que dieron nombre a la Parroquia original, y origen a la pretensión de la Ciudad y Puerto de Acapulco al uso del título pomposo de “Ciudad de los Reyes”, los SANTOS REYES MAGOS, se verán desplazados en el Siglo XIX, por una nueva denominación: NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD. ¿Cuáles son las razones? ¿Qué sucedió y en qué momento?
Parece ser que el cambio paulatino se va dando en el contexto de la revolución de Independencia, en medio de una lucha ideológica entre dos bandos encontrados.
Por una parte los REALISTAS, partidarios a ultranza de la conservación de la monarquía, que en el Siglo XIX provocarán el deseo por la Independencia de la Nueva España, ante las instituciones borbónicas, que se encontraban imbuidas de una mentalidad anticlerical, que logró entre otras cosas la expulsión de los jesuitas de todo el reino español, y que en términos religiosos expresaban su cultura católica en devociones como la Virgen de los Remedios (en la Ciudad de México); y serán los que proclaman a la Virgen de la Soledad como Patrona de las Tropas Realistas y del Puerto, el 8 de Diciembre de 1812, en presencia de la oficialidad y el vecindario, con toda la tropa sobre las armas. Ceremonia en la que el Gobernador interino de la Plaza D. Pedro Vélez, le puso a la Santísima Imagen de la Soledad, la Banda de General y un bastón en las manos con puño de oro. (Cfr. Revista “Catedral”, Chilapa, Gro. 20 de Septiembre de 1953, p. 74). Los actos incluyeron una procesión por las calles del puerto siendo escoltada la Sagrada Imagen de la Soledad por una guardia especial que rindió pleitesía de acuerdo con la ordenanza militar (Cfr. Tomás Oteiza, Acapulco, la ciudad de las naos de oriente y de las sirenas modernas, Ed. Diana, pp. 191-192).
Y por otra parte los INSURGENTES, partidarios de una autonomía de la colonia -de la Nueva España-, primero desde posturas que promovían la restauración en el trono de la dinastía de los Austria -más fiel a las directrices católicas-, y en un segundo momento promovieron la total independencia del país, y tomaron como bandera la devoción a la Virgen de Guadalupe.
El Generalísimo Don José María Morelos y Pavón, quien el 20 de Octubre de 1810 recibe del Don Miguel Hidalgo y Costilla el encargo de insurreccionar la costa del sur, promoverá la devoción a la Guadalupana por todos los medios. El 11 de Marzo de 1813 proclama en Ometepec: “todos los mayores de diez años traigan en su sombrero la ‘cucarda’ y una cinta en la que se declare ser devoto de la Santísima Imagen de Guadalupe, soldado y defensor de su religión y su patria... reservando declarar por indevoto y traidor a la nación al individuo que, reconvenido por tercera vez, no usare de la cucarda nacional o no diese culto el 10 de Septiembre de 1811 castiga al puerto por su falta de colaboración con la lucha, ordena: QUE LA POBLACIÓN DEL MISMO PUERTO NOMBRADA CIUDAD DE LOS REYES, PIERDA POR AHORA ESTE NOMBRE...
En el medio de estas dos tendencias, se encontraba el pueblo llano de Acapulco, que nunca recibió con entusiasmo el movimiento de Independencia; pues Acapulco siempre ha vivido de los forasteros, y por lo tanto, romper el ritmo de la vida con una guerra -así fuera la más justa- significaba la ruina del comercio y el intercambio que ello conlleva.
Pero Acapulco era un pueblo católico, de manera que vivió con ambigüedad la lucha militar e ideológica que se venía encima. La lucha ideológica que incluía símbolos religiosos, en la que por un lado había una “Virgen de los realistas”, Nuestra Señora de la Soledad, y por el otro lado la “Virgen de los Insurgentes”, Nuestra Señora de Guadalupe.
Lo cierto es que en medio de esta refriega ideológica, los Santos Reyes perdieron lugar por partida triple: los REALISTAS, aunque defendían las instituciones monárquicas, provistos de ideologías más afines al anticlericalismo borbónico, y se sintieron más identificados en la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Y por otra parte los INSURGENTES, que propugnaban por la Independencia de la Nueva España, nada querían saber de Reyes, así fueran Santos u orientales no españoles. Y los ACAPULQUEÑOS, que impactados de alguna manera por la nueva propuesta de independencia, simplemente fueron dejando de lado a los Santos Reyes Magos; pero tampoco se sintieron totalmente identificados en la devoción a Nuestra Señora de la Soledad por el solo hecho de haber sido proclamada por los Realistas. No obstante, hasta la década de los sesenta del siglo XX, la fiesta de los Reyes Magos estaba fuertemente arraigada en el Puerto.
En este choque ideológico podemos encontrar, por una parte el origen del guadalupanismo tan acendrado de los acapulqueños, que se manifiesta con júbilo explosivo cada año, y por otra parte la poca o nula devoción existente en torno a Nuestra Señora de la Soledad, que incluso hasta hoy (2005), no ha sido confirmada formalmente como Patrona del nuevo ente eclesial que ha surgido de la anterior Iglesia Madre de Acapulco: primero la Diócesis y después la Arquidiócesis de Acapulco.
De cualquier manera, y con todo y la proclamación hecha de Nuestra Señora de la Soledad como Patrona de las Tropas Realistas y del Puerto en 1812, todavía para este tiempo no ocupaba el centro de la devoción del Puerto, pues para entronizarla se tuvo que ocupar una CAPILLA, no el centro del altar de la Parroquia, y la ceremonia final de entronización se tuvo que realizar todavía un 6 de Enero de 1820, en la Fiesta patronal de la Parroquia, la Fiesta de los Reyes Magos, aprovechando el concurso natural de las gentes a la Parroquia.
Otro dato curioso es, que la actual Imagen que preside el Templo Parroquial -hoy Sagrario-Catedral y Santuario Diocesano-, no fue la misma proclamada en aquél entonces y ceñida como Generala, tuvo que ser una imagen anterior cuyo paradero se desconoce, pues la Imagen actual primero fue elaborada la Cabeza, y posteriormente, el cuerpo.
El 17 de Marzo de 1841 se estrenó la Cabeza de la actual Imagen de Nuestra Señora de la Soledad de Acapulco, conforme con un documento encontrado en la misma que trascribimos: “Esta cabeza se hizo en México, costó 30 pesos, Se estrenó el día 17 de Marzo de 1841. La bendijo el I. S. D. D. Manuel Posada y Garduño, primer Arzobispo mexicano. Fue hecha a solicitud del Lic. D. José María Gómez Daza, cura propio de esta Parroquia de Acapulco, a expensas de varias devotas señoras hijas de este Puerto, entre ellas Dña. Feliciana Indúa; Dña. Teodora Alen; y Dña. Eleuteria Tellechea. Siendo Prefecto D. Manuel Dublán; Comandante principal D. Tomás Moreno; Juez Primero de la Paz D. José Sierra y este mismo supliendo la mayordomía de la Virgen, por falta de propietario D. Pedro Bita. En este mismo día estrenó la Santísima Virgen un vestido de seda que costó 160 pesos, colectados por las mismas devotas en todo el vecindario” (Revista “Catedral”, Chilapa, Gro. 20 de Septiembre de 1953, pp. 73-74). Y será hasta 1943 cuando el Párroco de Acapulco Don Florentino Díaz, mandó que se le colocara Cuerpo a la actual Imagen de Nuestra Señora de la Soledad de Acapulco. –antes solo era un busto colocado en un bastidor que sosteniendo el vestido simulaba un cuerpo-, encontrándosele en una cavidad ex profeso abierta, el documento que ya ha sido trascrito antes.
De cualquier manera, mentiríamos, si decimos que no se conocía y veneraba ya antes la advocación de Nuestra Señora de la Soledad, pues para el 21 de Octubre de 1743 encontramos la primera mención que se hace de la Virgen de la Soledad en Acapulco, en una copia del Inventario del Convento de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, Título de Santa María de Guía de la Ciudad y Puerto de Acapulco, formado por Fray Francisco de Santa Bárbara Guillén, Vicario; y que se encuentra en el Archivo del Museo de Antropología e Historia de México, Fondo Franciscano, Volumen 167, fols. 143-52. Firmado por: Fray Francisco de Santa Bárbara Guillén; Fray Juan Bautista Pinna; Miguel Ramírez, Síndico; José de Bidagaín; Francisco Anselmo Aguado; Francisco Monroy. En el dicho Inventario se da capítulo particular al: “ALTAR DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD. Que contenía un cuadro de Nuestra Señora de la Soledad con su marco sobredorado, y es de tres varas y media. Contiene cuatro candeleros de cobre. Una Cruz de palo. Y un Ara de dicho altar.” Esta descripción se refiere a un altar lateral de la Iglesia del Convento, que estaba abierta al culto público, pero que no era la Parroquia. Una vara equivale 835 milímetros y 9 décimas. Cabe señalar que este Inventario no menciona la existencia de ninguna Imagen de Nuestra Señora de Guía, sino que indica que en el altar mayor presidía: “Una Imagen de bulto de vara y media de Nuestro Padre San Francisco con su Santísimo Cristo en la mano, de madera; una diadema de plata con su tornillo, pesa todo diez onzas; una mesita de China, que sirve al Santo de peana”...
¿Existió alguna imagen de los Reyes Magos? Es posible que no, o si la hubo, fue de tan baja calidad, que ni siquiera aparece mencionada, ni en los cronistas de los primeros siglos, ni en los posteriores inventarios de la Parroquia que han llegado hasta nosotros. El historiador Edmundo O’Gorman, en su libro “Destierro de sombras”, explica esto de alguna manera, indicando que en los siglos XVI y XVII no fue fácil poseer imágenes religiosas de gran calidad, en parte por el gran precio, y en parte las dificultades propias de inseguridad en estas tierras de la Nueva España.
Por otra parte cabría preguntarse: ¿Dónde quedó aquella bellísima Imagen de Nuestra Señora de Guía, de marfil, traída de las Islas Filipinas, y que aparece inventariada en el Convento Franciscano a finales del Siglo XVIII?
Pbro. Lic. Juan Carlos Flores Rivas.
Cabe abrir un espacio particular para tratar de determinar uno de los aspectos más importantes de la historia de la Parroquia de Acapulco.
Los titulares originales de la Parroquia de Acapulco, los que dieron nombre a la Parroquia original, y origen a la pretensión de la Ciudad y Puerto de Acapulco al uso del título pomposo de “Ciudad de los Reyes”, los SANTOS REYES MAGOS, se verán desplazados en el Siglo XIX, por una nueva denominación: NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD. ¿Cuáles son las razones? ¿Qué sucedió y en qué momento?
Parece ser que el cambio paulatino se va dando en el contexto de la revolución de Independencia, en medio de una lucha ideológica entre dos bandos encontrados.
Por una parte los REALISTAS, partidarios a ultranza de la conservación de la monarquía, que en el Siglo XIX provocarán el deseo por la Independencia de la Nueva España, ante las instituciones borbónicas, que se encontraban imbuidas de una mentalidad anticlerical, que logró entre otras cosas la expulsión de los jesuitas de todo el reino español, y que en términos religiosos expresaban su cultura católica en devociones como la Virgen de los Remedios (en la Ciudad de México); y serán los que proclaman a la Virgen de la Soledad como Patrona de las Tropas Realistas y del Puerto, el 8 de Diciembre de 1812, en presencia de la oficialidad y el vecindario, con toda la tropa sobre las armas. Ceremonia en la que el Gobernador interino de la Plaza D. Pedro Vélez, le puso a la Santísima Imagen de la Soledad, la Banda de General y un bastón en las manos con puño de oro. (Cfr. Revista “Catedral”, Chilapa, Gro. 20 de Septiembre de 1953, p. 74). Los actos incluyeron una procesión por las calles del puerto siendo escoltada la Sagrada Imagen de la Soledad por una guardia especial que rindió pleitesía de acuerdo con la ordenanza militar (Cfr. Tomás Oteiza, Acapulco, la ciudad de las naos de oriente y de las sirenas modernas, Ed. Diana, pp. 191-192).
Y por otra parte los INSURGENTES, partidarios de una autonomía de la colonia -de la Nueva España-, primero desde posturas que promovían la restauración en el trono de la dinastía de los Austria -más fiel a las directrices católicas-, y en un segundo momento promovieron la total independencia del país, y tomaron como bandera la devoción a la Virgen de Guadalupe.
El Generalísimo Don José María Morelos y Pavón, quien el 20 de Octubre de 1810 recibe del Don Miguel Hidalgo y Costilla el encargo de insurreccionar la costa del sur, promoverá la devoción a la Guadalupana por todos los medios. El 11 de Marzo de 1813 proclama en Ometepec: “todos los mayores de diez años traigan en su sombrero la ‘cucarda’ y una cinta en la que se declare ser devoto de la Santísima Imagen de Guadalupe, soldado y defensor de su religión y su patria... reservando declarar por indevoto y traidor a la nación al individuo que, reconvenido por tercera vez, no usare de la cucarda nacional o no diese culto el 10 de Septiembre de 1811 castiga al puerto por su falta de colaboración con la lucha, ordena: QUE LA POBLACIÓN DEL MISMO PUERTO NOMBRADA CIUDAD DE LOS REYES, PIERDA POR AHORA ESTE NOMBRE...
En el medio de estas dos tendencias, se encontraba el pueblo llano de Acapulco, que nunca recibió con entusiasmo el movimiento de Independencia; pues Acapulco siempre ha vivido de los forasteros, y por lo tanto, romper el ritmo de la vida con una guerra -así fuera la más justa- significaba la ruina del comercio y el intercambio que ello conlleva.
Pero Acapulco era un pueblo católico, de manera que vivió con ambigüedad la lucha militar e ideológica que se venía encima. La lucha ideológica que incluía símbolos religiosos, en la que por un lado había una “Virgen de los realistas”, Nuestra Señora de la Soledad, y por el otro lado la “Virgen de los Insurgentes”, Nuestra Señora de Guadalupe.
Lo cierto es que en medio de esta refriega ideológica, los Santos Reyes perdieron lugar por partida triple: los REALISTAS, aunque defendían las instituciones monárquicas, provistos de ideologías más afines al anticlericalismo borbónico, y se sintieron más identificados en la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Y por otra parte los INSURGENTES, que propugnaban por la Independencia de la Nueva España, nada querían saber de Reyes, así fueran Santos u orientales no españoles. Y los ACAPULQUEÑOS, que impactados de alguna manera por la nueva propuesta de independencia, simplemente fueron dejando de lado a los Santos Reyes Magos; pero tampoco se sintieron totalmente identificados en la devoción a Nuestra Señora de la Soledad por el solo hecho de haber sido proclamada por los Realistas. No obstante, hasta la década de los sesenta del siglo XX, la fiesta de los Reyes Magos estaba fuertemente arraigada en el Puerto.
En este choque ideológico podemos encontrar, por una parte el origen del guadalupanismo tan acendrado de los acapulqueños, que se manifiesta con júbilo explosivo cada año, y por otra parte la poca o nula devoción existente en torno a Nuestra Señora de la Soledad, que incluso hasta hoy (2005), no ha sido confirmada formalmente como Patrona del nuevo ente eclesial que ha surgido de la anterior Iglesia Madre de Acapulco: primero la Diócesis y después la Arquidiócesis de Acapulco.
De cualquier manera, y con todo y la proclamación hecha de Nuestra Señora de la Soledad como Patrona de las Tropas Realistas y del Puerto en 1812, todavía para este tiempo no ocupaba el centro de la devoción del Puerto, pues para entronizarla se tuvo que ocupar una CAPILLA, no el centro del altar de la Parroquia, y la ceremonia final de entronización se tuvo que realizar todavía un 6 de Enero de 1820, en la Fiesta patronal de la Parroquia, la Fiesta de los Reyes Magos, aprovechando el concurso natural de las gentes a la Parroquia.
Otro dato curioso es, que la actual Imagen que preside el Templo Parroquial -hoy Sagrario-Catedral y Santuario Diocesano-, no fue la misma proclamada en aquél entonces y ceñida como Generala, tuvo que ser una imagen anterior cuyo paradero se desconoce, pues la Imagen actual primero fue elaborada la Cabeza, y posteriormente, el cuerpo.
El 17 de Marzo de 1841 se estrenó la Cabeza de la actual Imagen de Nuestra Señora de la Soledad de Acapulco, conforme con un documento encontrado en la misma que trascribimos: “Esta cabeza se hizo en México, costó 30 pesos, Se estrenó el día 17 de Marzo de 1841. La bendijo el I. S. D. D. Manuel Posada y Garduño, primer Arzobispo mexicano. Fue hecha a solicitud del Lic. D. José María Gómez Daza, cura propio de esta Parroquia de Acapulco, a expensas de varias devotas señoras hijas de este Puerto, entre ellas Dña. Feliciana Indúa; Dña. Teodora Alen; y Dña. Eleuteria Tellechea. Siendo Prefecto D. Manuel Dublán; Comandante principal D. Tomás Moreno; Juez Primero de la Paz D. José Sierra y este mismo supliendo la mayordomía de la Virgen, por falta de propietario D. Pedro Bita. En este mismo día estrenó la Santísima Virgen un vestido de seda que costó 160 pesos, colectados por las mismas devotas en todo el vecindario” (Revista “Catedral”, Chilapa, Gro. 20 de Septiembre de 1953, pp. 73-74). Y será hasta 1943 cuando el Párroco de Acapulco Don Florentino Díaz, mandó que se le colocara Cuerpo a la actual Imagen de Nuestra Señora de la Soledad de Acapulco. –antes solo era un busto colocado en un bastidor que sosteniendo el vestido simulaba un cuerpo-, encontrándosele en una cavidad ex profeso abierta, el documento que ya ha sido trascrito antes.
De cualquier manera, mentiríamos, si decimos que no se conocía y veneraba ya antes la advocación de Nuestra Señora de la Soledad, pues para el 21 de Octubre de 1743 encontramos la primera mención que se hace de la Virgen de la Soledad en Acapulco, en una copia del Inventario del Convento de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, Título de Santa María de Guía de la Ciudad y Puerto de Acapulco, formado por Fray Francisco de Santa Bárbara Guillén, Vicario; y que se encuentra en el Archivo del Museo de Antropología e Historia de México, Fondo Franciscano, Volumen 167, fols. 143-52. Firmado por: Fray Francisco de Santa Bárbara Guillén; Fray Juan Bautista Pinna; Miguel Ramírez, Síndico; José de Bidagaín; Francisco Anselmo Aguado; Francisco Monroy. En el dicho Inventario se da capítulo particular al: “ALTAR DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD. Que contenía un cuadro de Nuestra Señora de la Soledad con su marco sobredorado, y es de tres varas y media. Contiene cuatro candeleros de cobre. Una Cruz de palo. Y un Ara de dicho altar.” Esta descripción se refiere a un altar lateral de la Iglesia del Convento, que estaba abierta al culto público, pero que no era la Parroquia. Una vara equivale 835 milímetros y 9 décimas. Cabe señalar que este Inventario no menciona la existencia de ninguna Imagen de Nuestra Señora de Guía, sino que indica que en el altar mayor presidía: “Una Imagen de bulto de vara y media de Nuestro Padre San Francisco con su Santísimo Cristo en la mano, de madera; una diadema de plata con su tornillo, pesa todo diez onzas; una mesita de China, que sirve al Santo de peana”...
¿Existió alguna imagen de los Reyes Magos? Es posible que no, o si la hubo, fue de tan baja calidad, que ni siquiera aparece mencionada, ni en los cronistas de los primeros siglos, ni en los posteriores inventarios de la Parroquia que han llegado hasta nosotros. El historiador Edmundo O’Gorman, en su libro “Destierro de sombras”, explica esto de alguna manera, indicando que en los siglos XVI y XVII no fue fácil poseer imágenes religiosas de gran calidad, en parte por el gran precio, y en parte las dificultades propias de inseguridad en estas tierras de la Nueva España.
Por otra parte cabría preguntarse: ¿Dónde quedó aquella bellísima Imagen de Nuestra Señora de Guía, de marfil, traída de las Islas Filipinas, y que aparece inventariada en el Convento Franciscano a finales del Siglo XVIII?
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