El otro día tuve un sueño extraño. Soñé que mi gato salía y cazaba un pájaro. Era un pájaro muy colorido, de tamaño pequeño, muy bonito, yo se lo quitaba de la boca y veía que no tenía ningún daño, así que lo dejaba libre en el jardín, pero al poco rato, el gato volvía con el mismo pájaro en su hocico. Yo volvía a quitárselo y confirmaba que no le había pasado nada, así que lo dejaba otra vez en libertad. Por tercera vez el gato lo atrapaba y lo volvía a meter en la casa, pero esta vez estando frente a mí cerró con más fuerza su hocico hasta que escuché un tronido, sentí mucha tristeza porque pensé que esta vez si estaría lastimado o muerto.
Se lo quite con cuidado y lo vi sin movimiento en mi mano, pero finalmente abrió los ojos y se incorporo. Decidí que no tenía caso que por el momento lo volviera a liberar porque sabía que el gato no lo iba a dejar en paz, por lo que lo puse con mucho cuidado en una jaula, estuvo un rato parado sobre la barra de madera, mirando los barrotes de su jaula, después de un rato murió.
En ese momento me desperté y un tiempo después me puse a reflexionar sobre el sueño y pensé que quizá en mi sueño el pájaro era mi hijo, a quien siempre quisiera proteger de todo y de todos para que nada le haga daño, pero quizá el protegerlo demasiado significa que no lo estoy dejando vivir y cometer sus propios errores.
quizá uno como madre tiene un sexto sentido y se da cuenta de los riesgos que corren sus hijos y tratamos de hacerles más fácil el camino, pero hay veces que no podemos evitar que se equivoquen y que sufran, porque finalmente los errores y el dolor son los que les dan la experiencia y los hacen crecer y madurar, y nosotros no podemos más que ver a distancia lo que hacen y estar ahí, lo más cerca que podamos para poder abrirles nuestros brazos cuando nos necesiten, pero igualmente abrir los brazos para dejarlos ir.
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