Louis Wain, el artista de los gatos
¿El cerebro percibe que algo está mal mediante un conjunto de líneas y trazos a partir del mundo irreal y vibrante que presentan las ilustraciones? Cuando se dibuja, algo en el cerebro y las manos trabajan juntos. Por eso, dibujar es la honestidad disfrazada de piruetas, líneas, sombras y gestos expresivos que cuentan una historia permanente, porque no importa qué tan descabellada o sinsentido resulte la vida que cuentan, es en esas líneas donde los mundos de lo imposible se juntan.
Hay personajes en la historia del arte cuya vida se caracteriza por la desventura y la tristeza. Una de las historias más conocidas en este capítulo del arte, es, quizá, la de Vincent Van Gogh, pero además de ésta, la de Lous Wain alcanzó fama por sus ilustraciones de gatos antropomórficos y la inevitable enfermedad que terminó con su carrera artística: la esquizofrenia.
H.G. Wells una vez dijo que los gatos ingleses que no se parecieran a los creados por el pintor e ilustrador Louis Wain, deberían sentir vergüenza de sí mismos. Y es que los pequeños felinos del ilustrador inglés nacido en 1860, alcanzaron gran fama en todos los periódicos británicos de la época. Antes de decidir ilustrar mininos Wain ya era un ilustrador reconocido en diferentes publicaciones, pero los gatos llegaron a su trabajo junto con la enfermedad de su esposa, quien a sólo tres años después de contraer nupcias, supo que padecía cáncer.
Como un intento de hacer que su esposa sonriera un poco, Wain la entretenía con bromas en las que hacía participar a Peter, el gato de la familia. Así, mediante inocentes bromas en las que el gato se dejaba poner gafas y participaba en pequeños shows, a su mujer le surgió la idea a la que el ilustrador debe toda su fama: gatos con gestos humanos, felinos que ríen, juegan golf, conducen, fuman, juegan a las cartas y cantan bajo la lluvia.
Como un intento de hacer que su esposa sonriera un poco, Wain la entretenía con bromas en las que hacía participar a Peter, el gato de la familia. Así, mediante inocentes bromas en las que el gato se dejaba poner gafas y participaba en pequeños shows, a su mujer le surgió la idea a la que el ilustrador debe toda su fama: gatos con gestos humanos, felinos que ríen, juegan golf, conducen, fuman, juegan a las cartas y cantan bajo la lluvia.
Tras la muerte de su esposa, Wain cayó en una profunda depresión; malvendió todas su obras y se mudó a Nueva York para conseguir la fama que había perdido en su natal Inglaterra, a la que volvió más arruinado y desmoralizado. A los 57 años le diagnosticaron esquizofrenia. Su carácter, antes agradable, se tornó en agresivo y desconfiado. Vagabundeaba por las calles al caer la noche, cambiaba de sitio los muebles en casa de su madre, se encerraba en su habitación para escribir pequeños textos incoherentes que nadie alcanzaba a comprender y cada vez reaccionaba más violento.
Fue en el Hospital Real de Bethlem donde Wain encontró de nuevo su inspiración, el patio de la clínica era la casa de muchos gatos quienes encontraban refugio entre pacientes incomprendidos y olvidados. Fue allí, en el sitio donde el artista había reencontrado su inspiración, donde su arte empezaba a cambiar conforme su enfermedad mental progresaba.
A través de los trazos en sus ilustraciones, la enfermedad mental de Wain comenzó a gritar y tomar forma. La percepción del artista y sus ideas quedaron marcadas por la esquizofrenia cada vez más. Sus gatos mostraban ahora una estructura compleja, eran, muchas veces, incomprensibles. Mostraban inquietantes expresiones a través de algunos trazos, hay algo en ellas que atrapa y cuestiona mediante su extraña belleza llena de color y formas geométricas.
La aparición de la esquizofrenia perturbó tanto la vida como el arte de Wain, quien pasó los últimos 15 años de vida ingresado en instituciones psiquiátricas. Las obras del artista de los gatos han sido objeto de muchos estudios acerca del impacto y evolución de la esquizofrenia y cómo ésta llega a afectar la mente del ser humano.
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