Los gatos de Caltojar
UNO de Abril. Rasga el coche
el silencio matinal
y al susto espabilan ágiles
los gatos de Caltojar.
Se escurre uno en la gatera
trepa otro hasta el desván,
aquél por el quicio huye
como culebra rampal
y al de más allá le traga
vainica de palomar.
Zapaquilda borda un mutis
de comedia y paso atrás.
Las alcándaras vacías,
desiertos corral, zaguán,
dueños y señores reinan
los gatos de Caltojar.
He visto un berrendo en negro
otro de capa pardal,
uno blanco preciosísimo
y otro rubio barrabás,
y aquel que raya la calle
como una estrella fugaz
me recordó el puma insigne
del zoo de Tucumán.
La gatomaquia completa,
la gatoerótica audaz,
gime, maúlla, se frota
con chispas de fluido aural
y se persigue y enlaza
en palenque de danzar.
Los héctores, las andrómacas,
los aquiles de arrabal,
prueban garfios de uñas
sus ilíadas mientras van
aqueos de escaramuza
a esconderse en el palmar
de una sola palma idílica
-anacronismo integral-
esa que fuera del tiempo
San Baudelio hace ondear.
Que bien que duermen al sol,
bailan chacona a compás,
fantomáticos se enlunan
los gatos de Caltojar.
(Soria sucedida, 1977))
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