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Cómo llegó el gato a ser
(Cuento árabe)
Cuando Noé llevó dos de cada uno de los animales dentro del arca, sus hijos y las esposas de sus hijos fueron con él y le dijeron:
-¿Qué seguridad puede haber para nosotros en tanto el león, rey de las bestias, vagabundea por esta embarcación?
Noé oró por la respuesta. Y el Señor mandó desde el cielo una fiebre que afligió al león, restableciéndose la tranquilidad de los hijos y de sus esposas. No existe otra explicación del origen de la fiebre en este mundo.
Pero había en el arca una criatura que también era muy peligrosa y se llamaba ratón. Los hijos y las esposas fueron con Noé y lo previnieron del peligro en que se encontraban todos. Noé rezó por una respuesta, y el Altísimo hizo que el león estornudara, y el gato, que aún no había sido creado, de repente salió por la nariz del rey de las bestias.
Y desde ese momento en adelante, el ratón se transformó y se volvió un animal tímido que adquirió el hábito de esconderse en los agujeros.
Cómo llegó el gato a ser
(Cuento persa)
Cierto mercader de Isfahán, al llegar en una caravana a un oasis, ya entrada la noche, encontró a un grupo de hombres que golpeaban y robaban a un desconocido.
Después de que hubo dispersado a los agresores hacia el desierto, el mercader se volvió para auxiliar al desafortunado desconocido hacia el caravansari*, pagó por su cama y su comida e insistió en acompañarlo hasta que se recuperara.
La noche siguiente, el desconocido –alabado sea el Altísimo- estaba suficientemente recuperado como para poder sentarse con el mercader junto a una fogata afuera de la tienda. Más arriba de las palmeras de oscuro verdor, las estrellas brillaban y resplandecían en la medianoche azul del cielo. El humo de la fogata se elevaba serpenteando suavemente en la fresca brisa formando y volviendo a formar una interminable procesión de cambiantes configuraciones.
Después de un largo silencio, durante el cual ambos miraban con fijeza el fuego, el extranjero tocó al mercader en la manga y dijo:
-Amigo mío, no sabías nada acerca de mí, sin embargo no vacilaste en ir a rescatarme sin esperar recompensa, lo cual es una señal auténtica de tener un gran corazón. Ahora yo deseo darte un obsequio a cambio. Tú no sabías que soy un taumaturgo y puedo darte cualquier cosa que desees.
El mercader contestó:
-He vivido una vida muy buena y feliz con mi familia. He tenido éxito en mi oficio y en este momento no podría desear nada más que estar sentado aquí, en este apacible lugar, mirando el fuego, el humo que se arremolina y las estrellas.
El mago afirmó con la cabeza.
-Muy bien. Te haré un regalo con esos mismos elementos para que los puedas conservar por siempre.
El mago tomó una pequeña lengua de fuego, la luz de dos estrellas distantes, una madeja del rizado humo gris, las amasó y les dio forma en el hueco de sus manos, que se movían con habilidad hasta que surgió de adentro un dulce maullido y un exquisito ronroneo y apareció el más maravilloso felino que nunca antes se hubiera visto. Tenía espeso pelaje gris, ojos brillantes y la punta de su lengua parecía de fuego. Jugaba ronroneando y ondulaba la cola como el humo ascendente.
El mago pidió al mercader:
-Lleva esta hermosa criatura a tu casa; será un amigo para tu familia y un hermoso bien en tu hogar por el resto de tus días.
Y esa es la extraña y maravillosa historia de cómo el gato persa llegó a este mundo.
*En Oriente, el caravansari es una posada que se destina a la gente que viaja en una caravana.
Fuente:
McCormick, Malachi, Cuentos de Gatos, México,
Editorial Diana, 1997.
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