Foto Lola Álvarez Bravo
Los gatos, inseparables del escritor, sin relación con el mal que produjo el deceso.
En 2008, su amor a estos animales lo llevó a cofundar una asociación civil para protegerlos. Mónica Mateos-Vega
Periódico La JornadaDomingo 20 de junio de 2010, p. 15
No existe causa-efecto entre la convivencia con gatos y la fibrosis pulmonar que durante los últimos meses padeció el escritor Carlos Monsiváis, explica la neumóloga Mayra Mejía.
La especialista de Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) y miembro de la Sociedad Mexicana de Neumología y Cirugía de Tórax AC, en entrevista con La Jornada, afirma que aunque hasta el momento se desconocen los factores precisos que provocan fibrosis pulmonar, “estadísticas realizadas en Estados Unidos indican que la enfermedad está asociada, principalmente, con el envejecimiento”.
La afección ocasiona que los pulmones cicatricen y se tornen rígidos, lo cual dificulta cada vez más la respiración. El mal es progresivo y no existe un tratamiento específico. El autor de Días de guardar fue diagnosticado con fibrosis pulmonar “idiopática”, lo que significa que no se identifica con una causa concreta.
Mejía detalla que también existen teorías que vinculan el padecimiento con un acortamiento de determinados cromosomas, pero, en definitiva, el contacto prolongado con animales –como los gatos– “no tiene nada que ver con este tipo de fibrosis”, y si a veces se recomienda a los pacientes que no tengan mucha convivencia con sus mascotas “es sólo para evitar que las molestias que se presentan, como la tos, se incrementen”.
Hasta el último día que estuvo en su casa, antes de ingresar al hospital, Monsiváis defendió el gusto por convivir con sus gatos –casi 20–, sus compañeros inseparables, sobre todo a la hora de escribir.
Los médicos confirmaron que la enfermedad del escritor no tuvo nada que ver con las mascotas. Incluso cuando a veces tenía que pasar algunas horas al día conectado a un tanque de oxígeno, se rodeaba de ellas, principalmente de la fiel e inseparable Miss Oginia, una gata a la que Monsiváis salvó hace ocho años de la eutanasia.
Monsiváis era el integrante principal de la asociación civil Gatos Olvidados, fundada por iniciativa de Claudia Vázquez Lozano, quien encontró en el ensayista un incondicional y solidario apoyo.
La joven, quien se dedica a rescatar y alimentar felinos callejeros que viven por el Metro Tasqueña, narra que a mediados del año 2008 le envió un correo electrónico a Monsiváis para solicitar su apoyo. Apenas lo recibió, comenta Vázquez, el escritor la sorprendió cuando la llamó: “no me agradezcas; gracias a ti por ayudar a los gatos, ¿en qué puedo colaborar?” Fue entonces cuando comenzó a reunirse con el autor, quien se ofreció para adoptar uno pequeño.
En una charla Claudia le comentó que deseaba crear una asociación, pero apenas contaba con otro amigo. “Monsiváis tomó mi mano y me dijo ‘no se preocupe, ya somos tres’”. Y así fue como constituyeron legalmente el 4 de diciembre de 2009 la asociación civil Gatos Olvidados.
La idea era solicitar al Gobierno del Distrito Federal un predio en donación para ubicar a los poco más de 50 animales sin hogar por los que ve Claudia. Monsiváis tenía ya listo el escrito para entregarlo a Marcelo Ebrard y pedirle, en nombre de Gatos Olvidados, el terreno.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Durante los primeros días de noviembre de 2008, Monsiváis adoptó un gatito blanco con manchas grises, recogido en Tasqueña por Claudia. Él le había pedido uno pequeño, para que lo obedeciera, pues los otros “se burlan de mí”, le confesó el escritor.
En cuanto tuvo en sus brazos al pequeño, lo acarició y lo bautizó Catástrofe. Luego lo llevó al pasillo lleno de platitos de plástico de colores y le sirvió comida en uno.
“Don Carlos era muy cariñoso con sus gatos, a todos los llamaba por su nombre, con tal amor, como si fueran más que hijos. Me sorprendió ver en su estudio –en todo ese mundo de libros que lo rodeaba– dos cilindros forrados de alfombra, en un lugar especial: los gatos tenían un espacio importante en medio de la actividad principal de Monsiváis que era escribir.”
Pero Catástrofe resultó muy latoso. En una visita al también periodista, Claudia pudo comprobarlo. El pequeño felino corría de aquí para allá como loco: “parece que nunca ha comido; a todos los quita de los platos. Tenga cuidado, es un salvaje”, decía el narrador.
Mientras Monsiváis contaba a Vázquez acerca de las travesuras de Catástofe “se le quedó mirando, cerca del ventanal, y casi en un suspiro, y sin distraer la vista del animalito, dijo: ‘¡cómo me hace feliz ese gatito! Es mi alegría’.”
El autor de Apocalipstick, recuerda Claudia, trabajó arduamente como parte de la asociación Gatos Olvidados. “En una ocasión le hablé del caso de una gata a la que le habían sacado los ojos; teníamos que levantar una denuncia. Él me decía ‘dígame a quién tengo que hablarle y qué hay que decir’.
“Sin mayor trámite lo hacía. Llamaba a la Brigada de Vigilancia Animal, grupo de la policía capitalina que se encarga de situaciones de crueldad. Monsiváis hacía la denuncia y siempre estaba pendiente del caso. Compartíamos la angustia por los animales enfermos, pero él era muy optimista; decía ‘no se preocupe, les vamos a conseguir casa’.
“Tres o cuatro meses antes de que ingresara al hospital le manifesté mi preocupación de verlo enfermo. El sonrió y dijo ‘no me voy a morir pronto; además, los gatos están asegurados’. No me decía más”.
Así, con todo y malestares, Carlos Monsiváis se preocupaba primero por atender a sus mascotas. Preguntaba a sus colaboradores si aquella o la otra habían comido. “Metía las manos a las bolsas de croquetas y él mismo les ponía su porción. Desde que lo hospitalizaron –me dijo por teléfono la enfermera que atiende a su tía– los felinos están tristes, esperando a que él llegue y les sirva su alimento. Ese amor era recíproco, ellos le dieron mucha felicidad a Carlos Monsiváis”, concluyó la directora general de Gatos Olvidados.
La asociación prepara una actividad para recaudar fondos. Será un concierto de música medieval con el grupo Ataraxia en el Teatro de la Ciudad, que se realizará en agosto.
Durante los primeros días de noviembre de 2008, Monsiváis adoptó un gatito blanco con manchas grises, recogido en Tasqueña por Claudia. Él le había pedido uno pequeño, para que lo obedeciera, pues los otros “se burlan de mí”, le confesó el escritor.
En cuanto tuvo en sus brazos al pequeño, lo acarició y lo bautizó Catástrofe. Luego lo llevó al pasillo lleno de platitos de plástico de colores y le sirvió comida en uno.
“Don Carlos era muy cariñoso con sus gatos, a todos los llamaba por su nombre, con tal amor, como si fueran más que hijos. Me sorprendió ver en su estudio –en todo ese mundo de libros que lo rodeaba– dos cilindros forrados de alfombra, en un lugar especial: los gatos tenían un espacio importante en medio de la actividad principal de Monsiváis que era escribir.”
Pero Catástrofe resultó muy latoso. En una visita al también periodista, Claudia pudo comprobarlo. El pequeño felino corría de aquí para allá como loco: “parece que nunca ha comido; a todos los quita de los platos. Tenga cuidado, es un salvaje”, decía el narrador.
Mientras Monsiváis contaba a Vázquez acerca de las travesuras de Catástofe “se le quedó mirando, cerca del ventanal, y casi en un suspiro, y sin distraer la vista del animalito, dijo: ‘¡cómo me hace feliz ese gatito! Es mi alegría’.”
El autor de Apocalipstick, recuerda Claudia, trabajó arduamente como parte de la asociación Gatos Olvidados. “En una ocasión le hablé del caso de una gata a la que le habían sacado los ojos; teníamos que levantar una denuncia. Él me decía ‘dígame a quién tengo que hablarle y qué hay que decir’.
“Sin mayor trámite lo hacía. Llamaba a la Brigada de Vigilancia Animal, grupo de la policía capitalina que se encarga de situaciones de crueldad. Monsiváis hacía la denuncia y siempre estaba pendiente del caso. Compartíamos la angustia por los animales enfermos, pero él era muy optimista; decía ‘no se preocupe, les vamos a conseguir casa’.
“Tres o cuatro meses antes de que ingresara al hospital le manifesté mi preocupación de verlo enfermo. El sonrió y dijo ‘no me voy a morir pronto; además, los gatos están asegurados’. No me decía más”.
Así, con todo y malestares, Carlos Monsiváis se preocupaba primero por atender a sus mascotas. Preguntaba a sus colaboradores si aquella o la otra habían comido. “Metía las manos a las bolsas de croquetas y él mismo les ponía su porción. Desde que lo hospitalizaron –me dijo por teléfono la enfermera que atiende a su tía– los felinos están tristes, esperando a que él llegue y les sirva su alimento. Ese amor era recíproco, ellos le dieron mucha felicidad a Carlos Monsiváis”, concluyó la directora general de Gatos Olvidados.
La asociación prepara una actividad para recaudar fondos. Será un concierto de música medieval con el grupo Ataraxia en el Teatro de la Ciudad, que se realizará en agosto.
Más informes en los correos:
.
.
http://www.gatosolvidados.org/
http://www.gatosolvidados.org/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario