lunes, junio 10, 2024

AHORA ENTIENDO...




A la vida venimos a aprender, a veces a ser felices, a veces a sentir dolor. A veces son lecciones intensivas. 

Cuando era niña, todas las vacaciones y a veces más, nos llevaban a Acapulco a la casa de mi abuela Materna, Sara. Sara era una abuelita de la tercera edad, que por diabetes tuvo que sufrir la pérdida de una pierna. No era una persona alegre, era más bien achacosa y quejumbrosa la mayor parte del tiempo, por lo menos así es como la recuerdo y ahora que soy adulta tengo que admitir que no fui muy comprensiva, pero yo era muy chica y nadie me explicó porque mi abuelita no tenía pierna y en las noches se sentaba en su cama y se quitaba la pierna que le llegaba hasta la rodilla, después empezaba a quitarse la venda que protegía su rodilla del roce de la pierna que era me imagino de plástico duro. Todo esto yo lo veía desde la cama de enfrente donde me dormía con mi Tía Toña, a la que siempre he considerado como una segunda mamá, ya se fue hace muchos años pero seguirá siempre siendo otra mamá para mí. Todas las noches era la misma rutina y yo la verdad la veía con mucho miedo, porque quizá no entendía porque mi abuelita materna no tenía pierna y mi relación con ella no era muy buena porque éramos exactamente polos opuestos. Cuando falleció y fui por primera vez a su casa, en las noches tenía miedo de oir su andadera, o pensaba que la vería sin pierna en algún rincón de la casa. 

La historia que sigue a continuación no pretende comparar las situaciones o las historias, pero siento que de alguna manera la vida me viene a dar una enseñanza o una comprensión del dolor y me hace ver de diferente manera lo que nunca en la vida me había puesto a pensar sobre todo eso que viví de niña y que no pedí ni recibí nunca una explicación o una plática para tratar de hacerme comprenden lo que pasaba.

En mayo, mi gato de 9 años se fracturó su patita trasera, le hicieron estudios de Rayos X, según me dijeron no salieron muy claros, se repitieron, con los riesgos y molestias que conllevaban hacerselos, en caso de que hubiera necesitado sedación, primero la posibilidad de que lo tuvieran que operar en caso de haberse lastimado los ligamentos, después posibilidad de operarlo para poner una placa con tornillos porque salió una doble fractura, posteriormente posibilidad de tener que abrirle la pata para sacar una biopsia porque parecía tener un tumor. Finalmente cuando después de varias noches en vela tanto por estar atendiendo a Spookie y estarle administrando medicamento, checar que fuera al baño etc etc etc, decidimos que sólo se usara vendaje para esperar que soldara el hueso aunque fuera chueco pero para evitarle más dolor, resulta en que la única opción es amputarle la pierna porque se presume que el tumor es canceroso, de un tipo de cáncer que es muy agresivo y que hay que decidir rápido porque sí se expande va a sentir mucho dolor y ya la amputación no será opción. Accedemos a la operación, no después de llorar de día y de noche y sentir mucho dolor porque  entonces uno piensa en que la vida cambiará demasiado bruscamente y totalmente. 
Los primeros días fueron una pesadilla, dentro de otra pesadilla que ya lleva más de un mes, pero Spookie después de casí un mes de operado nos demuestra que está tranquilo, que está luchando por llegar a una vida casi normal, en la que apenas ayer se subió solo a la cama, en la que ya aprendió a ir al baño sólo equilibrándose en 3 patas, que ya subió unos escalones y los bajo sin problema, que nos enseña que cuando se quiere vivir, se vencen todos los obstáculos y me enseña a amar la vida de otra manera, a quejarme menos y en pensar en mi abuelita que tuvo que ser también una guerrera, que si era quejumbrosa pues tenía buenos motivos y que todos los adultos hubieran mejorado mucho la situación simplemente comprando una televisión y un ventilador para un cuarto aparte donde no tuviéramos que estarnos peleando mi abuelita y yo, porque ella quería ver sus comedias y yo caricaturas y cuando se dormía yo le cambiaba y ella se despertaba y se quejaba con mi mamá, donde yo me moría de calor y mi abuelita siempre tenía frío. 
Tal vez muy tarde comprendo su situación, pero si no la comprendí o si por muchas cosas no sentí que era mi abuelita favorita creo que ya pague el karma y con creces. 
Así que abuelita Sarita, yo sé que tú nunca hubieras deseado un dolor así para mí, te digo que ya estamos a mano con la vida y hubiera deseado ser mayor para poder comprenderte más y hubiéramos tenido una mejor relación. 

Además aprendí otras cosas, como que por más que quiera ayudarlo o consentirlo, tuve que darle espacio para que pudiera superar muchos obstáculos. Su deseo de poder ir al baño solo sin ayuda, de caminar y salir al jardín lo hizo un campeón. 

Amén.


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